Manual De Ciencia Pol Tica Rafael Del Guila
EL ESTADO LIBERAL
F ernando Vallesptn
Universidad Autónoma de M adrid
Como ocurre con todas las grandes ideologías políticas, el liberalis
mo no es fácilmente reconducible a una serie de rasgos únicos,
predeterminados, sino que exhibe distintas facetas según se vaya
enfrentando a circunstancias sociales siempre cambiantes. Ninguna
ideología política surge ex n o v o , a espaldas delas tradiciones de
pensamiento frente a las que se alza o pretende erigirse en alternati
va. En todas ellas hay siempre algún residuo de concepciones del
mundo y principios ya formulados con anterioridad, así como una
cierta flexibilidad para ir adaptándolos a las mutaciones de la vida
social y política. En esto el liberalismo no es, pues, original. Su
mayor peculiaridad reside, sin embargo, enhaber sabido mantener
la vigencia de un importante núcleo de principios que desde siem
pre han estado ligados a su filosofía y se proyectan sobre un deter
minado cuerpo institucional. No hay que olvidar que la misma idea
de constitucionalismo moderno, con todos los contenidos que abar
ca —declaraciones de derechos, separación de poderes. Estado de
derecho, etc.— es ya una aportación liberal. Sucontingencia en
tanto que mera ideología política se ve compensada así por el «trato
de favor» que en cierto sentido ha recibido por parte de la tradición
política occidental. Lo queramos o no, el liberalismo es la ideología
creadora de las reglas de juego en las democracias modernas.
Rl objeto de este tema es ofrecer las claves básicas para alcanzar
uiia mayor comprensión de su génesis, así comode los principios
fundamentales sobre los que se apoya. Obviamente, no nos podre
mos ocupar .iquí de analizar con detenimiento todas las variantes
(|iie ofrece, ni su traducción institucional detenida, pues ello corrrspoiulcríu ya en rigor a un curso de Derecho constitucional.
Sí
F E R N A N D O
I.
EL F A C T O R
H IS T Ó R IC O :
LAS
VALLESPIN
«R E V O L U C IO N E S
EL
BU R G U E SAS»
Una de las convenciones o estereotipos históricos más generalizados
es, sin duda, el considerar a las revoluciones político-sociales de la
Edad Moderna —las inglesas de 1648 y 1688, la americana de 1776
y la francesa de 1789— como «revoluciones burguesas». Dicho ad
jetivo responde a la idea de que a través de tales convulsiones socia^
les, más o menos traumáticas según los casos, se consigue, enefecto,
el acceso de las nuevas clases burguesas al poder del Estado, rom
piéndose con el anterior predominio de la aristocracia terratenien
te. Como todo estereotipo, su contenido de verdad es relativo o al
menos, relativizable. Pero por ahora nos puede servir para apuntar
algo que sí consideramos fuera de toda duda: que el liberalismo
nace como una nueva ideología capaz de dar cabida y deracionali
zar las necesidades de una nueva época. Su fuerza responde a su
mismo carácter de novedad, de ruptura con una determinada con
cepción del mundo; a la plena consciencia del protagonismo de una
nueva clase en expansión que se encuentra a sí misma en su soledad
histórica, renunciando al pasado, a la tradición, creando el mundo a
partir de su propia identidad con la razón como bandera.
1. LaR ev o lu ció n inglesa
La Revolución inglesa, que abarca, con distintos altos y bajos, desde
1640 a 1660, puede ser considerada todavía como una mezcla entre
guerra de religión y conflicto de clase, de enfrentamiento de los
intereses de la Corona y la alta aristocracia contra la incipiente bur
guesía. La «Gran Rebelión» es el produao de una fiera y larga dis
puta entre el Parlamento y laCorona, que desde el advenimiento de
la dinastía de los Estuardos a comienzos del siglo xvii se enzarzan en
una larga controversia sobre los límites del poder real. Hay que te
ner en cuenta que la Corona inglesa no consiguió alcanzar nunca,
aun intentándolo con Carlos I, las prerrogativas de las monarquías
absolutas del continente. Fuera de la armada, que servía de escudo
protector frente a enemigos...
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