manual de operaciones
2. www.formarse.com.ar2El niño regresó a la playa e intentó oír las campanas. Pasó la tarde entera allí, pero sólo consiguió oírelruido de las olas y los gritos de las gaviotas.Cuando la noche llegó, sus padres vinieron a buscarlo. A la mañana siguiente, él volvió a la playa; no podíacreer que una bella mujer pudiese contar mentiras. Si algún día ella regresaba, él podría decirle que no habíavisto la isla, pero que había escuchado las campanas del templo que el movimiento del agua hacía quesonasen.Así pasaron muchos meses; lamujer no regresó, y el chico la olvidó; ahora estaba convencido de que teníaque descubrir las riquezas y tesoros del templo sumergido. Si escuchase las campanas, sabría su localizacióny podría rescatar el tesoro allí escondido.Ya no se interesaba más por la escuela, ni por su grupo de amigos. Se transformó en el objeto de burlapreferido de los otros niños, que acostumbraban a decir: "Ya no es comonosotros, prefiere quedarse mirandoel mar porque tiene miedo de perder en nuestros juegos".Y todos se reían, viendo al niño sentado en la orilla de la playa.Aun cuando no consiguiese escuchar las viejas campanas del templo, el niño iba aprendiendo cosasdiferentes. Comenzó a percibir que, de tanto oír el ruido de las olas, ya no se dejaba distraer por ellas. Pocotiempo después, se acostumbró tambiéna los gritos de las gaviotas, al zumbido de las abejas y al del vientogolpeando en las hojas de las palmeras.Seis meses después de su primera conversación con la mujer, el niño ya era capaz de no distraerse porningún ruido, aunque seguía sin escuchar las campanas del templo sumergido.Otros pescadores venían a hablar con él y le insistían:- ¡Nosotros las oímos! - decían.Pero el chico no loconseguía.Algún tiempo después, los pescadores cambiaron su actitud.- Estás demasiado preocupado por el ruido de las campanas sumergidas; olvídate de ellas y vuelve a jugarcon tus amigos. Puede ser que sólo los pescadores consigamos escucharlas.Después de casi un año, el niño pensó: "Tal vez estos hombres tengan razón. Es mejor crecer, hacermepescador y volver todas las mañanas a esta playa, porque hellegado a aficionarme a ella". Y pensó también:"Quizá todo esto sea una leyenda y, con el terremoto, las campanas se hayan roto y jamás vuelvan a tocar".Aquella tarde, resolvió volver a su casa.Se aproximó al océano para despedirse. Contempló una vez más la Naturaleza y, como ya no estabapreocupado con las campanas, pudo sonreír con la belleza del canto de las gaviotas, el ruido del mar, elvientogolpeando las hojas de las palmeras. Escuchó a lo lejos la voz de sus amigos jugando y sintióse alegre porsaber que pronto regresaría a sus juegos infantiles.El niño estaba contento y - en la forma en que sólo un niño sabe hacerlo - agradeció el estar vivo. Estabaseguro de que no había perdido su tiempo, pues había aprendido a contemplar y a reverenciar a la Naturaleza.Entonces, porque escuchaba...
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