manuel jose othon

Páginas: 14 (3318 palabras) Publicado: 5 de junio de 2013
Son tres los cuentos de espantos del poeta mexicano del XIX Manuel José Othón (1858-1906). Hoy toca Encuentro pavoroso y los siguientes que publicaré serán Coro de brujas y El Nahual, según el orden de la edición que manejo. Sus cuentos de espantos son valiosos para conocer el relato hispanoamericano anterior al siglo XX y por ser una muestra curiosa de la tradición fantástica romántica. Othónjuega en ellos con la realidad y la apariencia confundiendo al lector con los recursos habituales del género para llevarlo a una conclusión poco habitual. Son cuentos didácticos y desmitificadores con los que el escritor mexicano, católico, pretende combatir la superstición.
De esto hace ya bastantes años. Encontrábame en una aldea muy antigua de la zona litoral del Golfo. Tenía que regresar a laciudad de mi residencia y emprender una jornada de muchas leguas. Abril tocaba a su fin y el calor era insoportable, por lo que decidí hacer la caminata de noche, pues de otra manera me exponía a un espasmo o a una insolación. Ocupé la tarde en los preparativos consiguientes y, llegadas las nueve de la noche, monté sobre una poderosa mula baya y, acompañado de un mozo de estribo, atravesé lascalles de la villa, encontrándonos a poco andar en pleno campo.
La noche era espléndida. Acababa de salir la luna llena, pura y tranquila, envuelta en un azul diáfano, como si estuviera empapada en las olas del Atlántico, de donde surgía. Los bajos de la montaña envolvíanse en el caliginoso vapor del "calmazo", que así llaman a la calina en aquellas tierras. El cielo estaba resplandeciente, comosi fuera una bóveda de cristal y plata. Desde la salida del pueblo, el camino se marcaba vigorosamente al borde pedregoso y áspero de un acantilado, a cuyo pie, por el lado izquierdo, rodaba el río entre guijas y peñascales, con un rumor a veces como el de un rezo, a veces como el de una carcajada. A la derecha se extendía la muralla movible y verdinegra de un inmenso bosque. De manera que lasenda, muy angosta, corría, corría y se prolongaba entre el acantilado del río y la cortina del follaje.
Buen trecho del camino habíamos recorrido, cuando mi acompañante me advirtió haber olvidado un tubo de hojalata que contenía para mí papeles de la mayor importancia. Le obligué a regresar, lo cual hizo volviendo grupas y, disparado a carrera tendida, bien pronto se perdió su figura entre laclaridad de la noche, y el ruido de los cascos entre el murmullo del río y el rumor de los árboles.
Seguí hacia adelante, paso a paso, con objeto de que el mozo me alcanzara en breve tiempo. La brisa que soplaba desde el mar, llegó a refrescar la caliente atmósfera, barriendo los sutiles vapores del "calmazo" y dejando contemplar el paisaje hasta la las más profundas lejanías, todoenvuelto en la inmensa ola de aquella noche tropical y divina.
Yo estoy habituado a la soledad de los campos, en las montañas, en los bosques y en las llanuras. He pasado muchas noches en una choza, debajo de un árbol, de un peñasco o a la intemperie absolutamente, sin más compañía que la de mis pensamientos. Así es que aquella soledad era para mí muy grata, pues estaba plenamente inundado en laaugusta y serena majestad de la naturaleza. Nada de medroso había en torno mío y ningún temor, por consiguiente, me asaltaba. El gozo inefable e inmenso de la contemplación iba penetrando en mi espíritu a la vez que el aire fresco y perfumado de la selva hinchaba mis pulmones. Aún olvidé por completo asuntos arduos y graves por demás, que ocasionaban aquellos viajes por comarcas casi deshabitadas ysalvajes, y hasta olvidé también el mozo que debía regresar y darme alcance. Como caminaba tan despacio, no había recorrido cuatro leguas a pesar de cuatro horas transcurridas. Media noche era por filo y el lucero brotaba cintilante y radioso tras el vago perfil de la lejana cordillera, blanco, enorme y deslumbrador como otra luna.
Todo era luz y blancura en aquella noche del trópico....
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