Manuela Saenz
Manuela, que no volverá a verlo después de esa despedida entre relinchos, tenía entonces 33 años quenadie sabía con exactitud porque ella no los confesaba jamás y que pocos hubieran adivinado porque no los aparentaba ni en su rostro —que mantenía siempre levantado— ni en su pecho que gustaba de asomar sobre el borde de escotes detenidos justo encima de los pezones. Había nacido a principios de 1797 en la capital del Ecuador, entonces de 60 mil habitantes, hija adúltera de un español casado conmujer aristócrata y de una quiteña —hija, a su vez, de españoles— de linaje no menos encumbrado.
A los pocos años inicia Manuela una peripecia tan intensa, variopinta e inverosímil que sólo apelando a los testimonios de sus contemporáneos es medianamente creíble su historia. La bella y libidinosa muchacha se había pasado casi toda la infancia metida en conventos donde sus padres la enviaron para quela criaran, primero, y la educaran, después; por lo que, pese a sus lagunas de formación, Manuela sabía leer —y lo hacía con frecuencia— escribía y tenía buenas bases de aritmética. Cuando todavía era una menor de edad, abandonó sigilosamente el convento para apostarlo todo, en lance premonitorio, a un uniforme. El científico francés Jean Baptiste Boussingault, quien la frecuentó en Bogotá y lededicó veinte páginas en sus Memorias, cuenta que «A Manuelita Sáenz la raptó del convento el joven oficial Fausto D’Elhuyard, hijo del químico descubridor del tungsteno. D’Elhuyard padre entró al servicio de España como ingeniero y fue enviado a América. Manuelita nunca hablaba de su fuga del convento. ¿La abandonó al raptor y se reintegró a su familia? Lo ignoro».
El caso es que poco después deldulce secuestro, enterada toda Quito de la audacias de la hija de don Simón Sáenz de Vergara, Manuela abandona su país rumbo a Panamá, donde residía por entonces su padre. Según Victor Von Hagen, autor de La amante inmortal, biografía de Manuela, ella «llegó a Panamá en 1815 para vivir junto a su padre después de la escandalosa aventura con Fausto en Quito. En Panamá Manuela se introdujo en lavida fácil e indisciplinada, donde dio los dio los últimos toques a su educación. Ayudaba a su padre en el trabajo, porque había heredado de él la buena cabeza para los negocios y el amor al dinero. Adquirió dos esclavas personales, aprendió a fumar —cosa que parecían hacer todas las mujeres en Panamá—, y se aficionó a la bebida. Además, en el ambiente de exuberancia tropical del país, descubrió lo...
Regístrate para leer el documento completo.