manzano

El manzano
Francisco García, vestido con un elegante traje azul marino recién sacado de la tintorería, además de zapatos de charol lustrados, caminaba lentamente por la acera en dirección hacia su oficina. Momentos después, divisa a lo lejos a Luis; él llevaba puesto unos trapos viejos, su única vestimenta, que tenía guardados desde hace una década. Pancho, como era llamado de cariño, aceleróla caminata sólo para encontrarse con su amigo sentado en una banca cerca del parque, de hombros caídos y con sus ojos clavados en el pavimento.
– ¡Lucho! ¡20 años sin verte! ¡Qué coincidencia! ¡Desde que nos graduamos de la escuela! ¿Qué ha pasado contigo, amigo?
– Hola Francisco. Como ves, yo estoy acá sentado.
– Pero amigo, ha pasado tanto tiempo y ¿ni siquiera eres capaz de levantarte adarme un abrazo? No lo recuerdas, acaso. Fuimos compadres desde que éramos vecinos en Yungay. Me vengo a encontrar contigo acá en la capital después de dos décadas y tienes tan poco entusiasmo. Me sorprende, tú eras el más activo del pueblo; el que siempre castigaban por su sobra de energía.
– No se si me estás viendo, pero estoy en una condición deplorable. No vas a entender lo que pasó. Sigue contu camino, el cual evidentemente ha traído más frutos que el que yo tomé. No te quiero cerca de mi vista.
– Mi querido Luis, no puedo dejarte así. Acompañame a mi casa, no iré a trabajar hoy. Eso sí, me tienes que prometer que me vas a contar tu historia.
– Nunca me he comprometido. No prometo nada. Iré contigo, Francisco, pero sólo porque este calor me está matando.
Francisco y Luis habíanllegado ya a la casa del primero. Estaban compartiendo una taza de café mientras charlaban sobre todos estos años sin verse. Se había sumado Marta, la esposa de Pancho, quien los entretenía con su historia de su clase de telar que había tenido hace un par de días.
Era un hermoso día soleado en Santiago, especialmente en el barrio en el que se encontraban. Los pastos estaban más verdes que nunca,mientras que los manzanos repletos se alzaban por la ventana, dejando ver su hermosa fruta. Adicionalmente, el huerto de los García había florecido ya, abasteciendo la casa con sus variadas plantaciones. Marta se había encargado de cosechar lechugas, repollos, rábanos, tomates y patatas. Ella, tomando un sorbo de café, contó:
– Bueno, como les contaba, mientras estaba tejiendo se me cayó el telararriba mío, dejándome estos moretones.
– Mi amor, que interesante historia, pero creo que yo y mi amigo tenemos que hablar cosas privadas. ¿Serías tan amable de ir a seguir tejiendo?
– Bueno, me iré.
Marta se fue con un signo de pregunta en su mente, ya que no tenía idea de quién era este tal Lucho, ni de donde lo conocía su marido. Mientras subía las escaleras, Francisco preguntó:
– Lucho,ahora que estamos solos, ¿podrías contarme qué te pasó?
– Ya, te contaré. Resulta que una vez que nos graduamos del Liceo Yungay, tomamos caminos muy diferentes. Tú te fuiste a perseguir tu sueño a la capital, mientras yo me quede desperdiciando la vida en nuestro pueblo, con la excusa de que uno es joven solo una vez. Me fuí por el mal camino, tu sabes. El camino de las drogas y el alcohol. A los20, dos años después de que te fuiste, me largué de mi casa, creyendo que me sobre protegían. Yo no sabía en ese entonces que me cuidaban de todo lo malo que tiene este vil y cruel mundo en el que vivimos. Mis problemas mayores comenzaron cuando tuve un noviazgo con Trinidad. Ella me destrozó la vida; todo lo que me quedaba. Yo me había ido a vivir a esos departamentos cerca del colegio, no se site acuerdas. El punto es que ella me quitó incluso la escoria de lugar en el cual viví mi juventud. Al no ser drogadicta como yo, le quedaban neuronas. Era astuta, ya que a mi entender sabía de lo que yo era posible mientras estaba bajo los efectos de la droga. Poco a poco me fuí ganando la confianza de mi familia, pero siempre controlado por Trinidad. Yo me levantaba todas las mañanas, e iba a...