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Rubio y de ojos azules, Tim era un chico comotantos de sus compatriotas. Originario de Tilligte, un pueblo de 742 habitantes al este de Holanda, quería ser profesor de Historia y estudiaba en una escuela politécnica. Para cubrir gastos, servíatambién en una heladería local llamada Happy Days. Una vida en apariencia tranquila en el seno de una familia feliz. Pero Tim era presa de los ciberacosadores, y nunca lo dijo. La pasada semana no pudomás y les contó a sus padres la pesadilla de sus años de primaria y secundaria, donde empezó el tormento. Un comentario en apariencia banal sobre un reciente y malogrado viaje a Israel, desencadenó laconfesión. “Nada me sale bien”, dijo, para explicar luego sus penurias. El pasado jueves, cuando sus progenitores trataban de asumir que no acertaron a ver su amargura, Tim se quitó la vida.
Aprincipios de esta semana, los Ribberink tomaron una decisión. Junto al anuncio de la pérdida de “lo más precioso que teníamos”, publicaron la desgarradora nota de despedida de su hijo: “Queridos papá ymamá, toda la vida me han ridiculizado, traicionado, acosado y rechazado. Vosotros sois fantásticos. Espero que no os enfadéis. Hasta la vista. Tim”. Aunque técnicamente no puedan buscar al culpable, lospadres quieren saber el nombre de la persona que acabó por hundirle. Un desconocido que debía conocerle bien y colgó en la Red dos mensajes de tono humillante en los últimos meses.
El primero se...
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