Maquiavelo Skinner

RECENSIÓN
Maquiavelo, de Quentin Skinner
por Gonzalo Jauralde Lafont


El historiador británico Quentin Skinner —profesor en la Queen Mary University of London— nos ofrece en su obra Maquiavelo una visión que posiciona al pensador florentino dentro de su contexto histórico, situándonos en la mentalidad que regía las ciudades-estado italianas a principios del siglo XVI. Efectivamente, Skinner—junto a J. G. A. Pocock, John Dunn o Peter Laslett— es uno de los máximos representantes de la «Escuela de Cambridge»: sólo podremos comprender a un pensador político como actor del escenario histórico en el que participa, allí donde sus ideas son contrapuestas a las de sus contemporáneos. Estableciendo estos límites temporales y espaciales, entenderemos mejor, y con mayor justicia, el significado delas ideas pasadas, evitando enjuiciar los tiempos que nos preceden según los valores comunes y aceptados en nuestra época. De este modo, Skinner afirma que una vez situado Maquiavelo «en el mundo en el que sus ideas inicialmente se gestaron, podemos empezar a apreciar la extraordinaria originalidad de su ataque contra los supuestos morales vigentes en su tiempo»1. De tal manera, no estaría fuerade lugar realizar unas breves pinceladas sobre la situación en que se encontraba la Italia de su tiempo y la relación que con ella tuvieron las potencias hegemónicas del Renacimiento.
A principios del siglo XVI, la península Itálica se hallaba dividida en no pocos pequeños estados incapaces de mantener una independencia duradera. Las ciudades-estado se perfilaban como repúblicas, principados oducados, disputándose entre sí los logros artísticos que desde el Trecento propiciaron todo un movimiento creativo en los campos de las letras, la pintura, la música, la escultura y la arquitectura. Detrás de este escenario renacentista, se escondía un ambiente de violencia donde la lucha por el poder se erigía en protagonista. Los gobernantes italianos pugnaban entre sí por el dominio peninsular —elsueño de Maquiavelo era contemplar una Italia unida, reflejo en lo posible de la pasada República Romana—, incluso aun después de la entrada en escena de las grandes potencias con pretensiones anexionistas: Francia y Aragón.
La Corona aragonesa sería precisamente quien jugara un papel esencial en la península Itálica. Mientras la mitad norte de la región permanecía organizada en un mosaico depequeños estados, el sur vería nacer el reino más extenso de la región, Nápoles, que junto con Sicilia y Cerdeña, se integraría en los dominios de Aragón dentro de un proceso expansionista enfocado al Mediterráneo, mientras Castilla pronto haría lo propio con su avance en sentido contrario, hacia el Atlántico, en América.
Con este escenario, no tardarían en estallar en suelo italiano los conflictosque enfrentaran los intereses franceses, aragoneses y los de las propias ciudades-estado de Italia. En Nápoles, el hijo bastardo de Alfonso V el Mangánimo, Ferrante, moría en enero de 1494, no dejando apenas tiempo para su sucesor, Alfonso, quien sería depuesto por Carlos VIII de Francia en su primera intervención en Italia fruto del acuerdo con el sector descontento con el dominio aragonés y conla idea de organizar una futura cruzada contra los otomanos. Al año siguiente, los Reyes Católicos y el Papa formarán una Liga Santa contra Francia a la que se sumarán los Habsburgo, Nápoles, Génova, Milán, Venecia e Inglaterra. Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, rindió a los franceses en Atella en julio de 1496, conquistando Nápoles y dirigiéndose a Roma. Con la caída de Tarento enfebrero de 1497, el trono napolitano sería depositado en la persona de Ferrante II.
Más tarde, el heredero de Carlos VIII, Luis XII de Francia, no vacilaría en reclamar nuevamente los derechos franceses sobre el Milanesado, tomando la ciudad tras la batalla de Novara en 1500. Mediante un pacto secreto con Fernando el Católico, Aragón y Francia acordaron repartirse Nápoles; sin embargo, las...