María, esa; la de magdala

Páginas: 9 (2245 palabras) Publicado: 15 de noviembre de 2011
DIANA PEÑAFIEL VALENZUELA

MARÍA, ESA; LA DE MAGDALA
Proyección
Basado en la novela “El evangelio según Jesucristo”, de José Saramago.

Y fui yo una prostituta, y ahora terminé en silencio bajo su cruz, temiendo por días, que llegara mi turno.

Mi edad realmente no importa, pues soy mujer y en estos tiempos solo significa, que de suerte no he tenido mucho y la bendición de Dios a mifamilia no le fue dada, por tener dos mujeres de primera, iguales y diferentes a la vez, han llegado las que esclavas en silencio serían. Soy María de Magdala, el nombre que poco interesa, entre todas nos reconocemos como Marías, aunque no fuese ese nuestro nombre, responderíamos a su llamado pronunciado por los hombres y acudiríamos a servirlos.

De mi vida no me puedo sentir muy orgullosa, a cortaedad salí de casa, renegada por mi familia, despreciada por los “gentiles”, habitantes de mi pueblo, vecinos y curiosos de la vida del prójimo. Salí de Betania, sin regresar la vista hacia atrás, como si tuviera la autoridad que tienen los hombres de hacerlo; pero no era el sentirme superior, sino la terrible vergüenza de sentirme rechazada mal vista por la sociedad e impura y sin perdón a losojos de Dios.

Instalada en otro pueblo, era de la vida alegre portavoz, en una casita pequeña, de poco estoy protegida, pero al final escondida a la espera de las ansías de un hombre que de carne tenga hambre.
No puedo negarlo, tenía más comodidades que muchos en este sitio, dormía en una hermosa cama, varias veces al día, no en las viejas y duras esterillas que se acostumbran tender en el piso,tenía sábanas de tela muy suave, y no compartía mi cobertor, con hermanos, ni extraños.

Lo cierto es con extraños lo hacía, porque estaba en mi labor hacerlo, no me quedaba más remedio, sino fingir el disfrutar. Es cierto, lo acepto, era prostituta, pero vivía de buena forma, pero la mirada nunca dejó de ser triste por más que se tratase.
La vergüenza que invade el rostro y que no permite quecambie su color de rojo intenso que el rubor de lo prohibido emana con el contacto de los ojos de los otros, hacía que no pueda salir de mi casa sin tapar con un manto la cara que al fin todo el mundo conoce y que los movimientos torpes de un cuerpo bien cuidado delataban que pasaba por el pueblo la mujer que se encargaba de entretener a maridos insatisfechos.

Debía cuidar de mi belleza, puesmi cuerpo era de lo que vivía; cabello largo, rizado, del color del sol al atardecer, piel tersa, lo más posible, porque las tierras que pisamos, no han sido beneficiadas por la humedad, y la aridez de su suelo se refleja en la imagen de los infortunados que aquí vivimos, digo infortunados, porque ninguno de nosotros se imaginaba que seríamos el pueblo escogido por Dios, pero eso vendrá másadelante.

De pronto un día, donde el sol era más fuerte que de costumbre, un caminante, llamó con premura atención por una herida que el esfuerzo de un largo andar había causado, correspondí, al llamado, con expectativa de que fuese uno de mis “visitantes”, pero al verlo sujetar con tanto dolor su pie, cubierto por una sandalia desecha, olvidé protocolo alguno, acudiendo seducida por la belleza de sucabello sucio apuntando hacia el suelo. Como buena samaritana me porte entonces, invitándolo a pasar. Me movía muy cautelosa frente a sus ojos, un movimiento sutil de su cabeza, me hizo percibir que él había sentido los perfumes que me bañaban, sólo rogaba porque no se notara que lo usaba para ocultar el olor de los hombres que por ahí habían pasado, era más que seguro que él notaría deinmediato donde fue acogido.
Me contó que se llamaba Jesús de Nazareth, más no pregunté, me bastaba saber su nombre para sentir que lo había conocido de toda la vida. Me permitió lavar sus pies y curar su herida, me sentí alagada, por tener tal honor, le serví sus alimentos, y la magia del encuentro se hizo sentir, las expresiones de palabras no eran suficientes, y en un tierno instante me confesó que...
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