Mar De Historias
Sin querer
Cristina Pacheco
Hace cuatro años no imaginaba que vendría a trabajar a un taller de máscaras, y menos que al acercarse el carnaval llegaran tantos clientes a comprarlas. En cuanto veo que empiezan a florear los colorines y las jacarandas, le digo a mi madre que no volveré a la casa hasta la noche porque es temporada de tal actividad que ni siquiera salimos a comer.No me pesa. En cambio, en la fábrica sí, porque eso significaba mayor presión y turnos dobles soportando el ruido de las máquinas. Era tan fuerte que no podía oír a mi asistente de área, a un metro de distancia, y por eso no hablábamos. Silenciosas, con nuestras batas grises parecíamos zombis, como los que ahora se ven tanto en las películas. Aquí todo es distinto, empezando porque no hay relojmarcador, el ruido es mínimo y nada más somos tres. Rosendo se encarga de tallar las figuras, Hilario de pintarlas y yo de darles el terminado.
Con el tiempo espero aprender el oficio de mis compañeros, en especial a tallar. He visto que es muy difícil convertir un trozo de madera en una máscara. No es lo único que hace Rosendo. Sabe mucho y es capaz de hacer angelitos, rostros, diablos,animales. Estos le salen tan bien que uno, al verlos, cree que hasta respiran.
Me he dado cuenta de que lograrlo es muy laborioso. Rosendo me asegura que no tanto, pero se requiere de mucha paciencia para esperar a que la madera hable y diga la forma que guarda por dentro.
II
La primera vez en que Rosendo me dio esa explicación me le quedé mirando como si estuviera loquito o tomándome el pelo. Ya me dicuenta de que él está en lo cierto. Me gusta verlo cómo se pasa los minutos, y a veces las horas, observando un madero, dándole vueltas, siguiendo con su índice las vetas que luego serán relieves y sombras en una cara o en el lomo de un animal. Rosendo puede hacer desde un elefante o un oso hasta una hormiga.
El otro día me di cuenta de que nunca ha tallado un perro. Le pregunté si no legustaban. Me dijo que sí, y mucho. Le confesé que a mí también, pero no puedo tener uno porque en mi departamento no hay espacio y al pobre animal tendría que refundirlo en un rincón o hacer como mi vecina: tiene un cachorrito de pastor alemán precioso. Como teme que se lo roben, cuando sale a trabajar deja al perrito encerrado en el clóset.
Al oírme, Hilario se enfureció y me dijo que en vez deasombrarme tanto mejor denunciara a mi vecina ante una sociedad protectora de animales antes de que el cachorro se asfixie. Rosendo no dijo nada. Tomó un trozo de madera que guarda desde hace tiempo y se puso a mirarlo, pero no como lo hace otras veces, sino con una expresión muy triste. Comprendí que su actitud tenía que ver con lo que acababa de contarle. Me sentí mal por eso. No pude quedarme calladay me disculpé con él por haberle recordado sin querer una cosa desagradable. Me sorprendió la forma en que repitió sin querer y luego se quedó muy pensativo.
Tuve curiosidad por su actitud, pero ya no le pregunté nada. Me armé de paciencia. Como Rosendo cuando espera a que un tronco le revele la forma que lleva dentro, aguardé a que de su silencio saliera el motivo de su aflicción. Imaginé muchasrazones, pero ni en sueños la que me explicó.
III
“Maté al Rex. Fue sin querer y todo por devolverle a Rafael, mi vecino, una mala pasada. Él tenía dos hermanas. Por ser el único varón sus padres lo mimaban tanto que lo hicieron un niño consentido. Ojalá con el tiempo se le haya quitado lo chismoso y lo llorón. A Lázaro, su padre, dueño de un puesto de fruta, le iba bien. Podía darle a Rafaelcuanto se le antojara, precisamente aquello que me resultaba imposible tener. La situación de mi familia era difícil: mi papá era tahonero y mi mamá cocía ajeno en la casa. Con lo que ganaban entre los dos apenas teníamos para lo indispensable.
“Crecí escuchando la misma palabra:Olvídate. En ella cabían todos mis sueños: ir de excursión o al cine, comer en un restorán, ponerme ropa nueva y no de...
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