Mar Infierno

Páginas: 5 (1238 palabras) Publicado: 26 de agosto de 2015
Mar infierno
Port de Rochefort, Francia. Año 1817 de Nuestro Señor.
Juicio político al vizconde Hugues Duroy de Chaumereys, Capitán de la fragata real francesa Medusè.. Extracto de la declaración de Phillip D’Anrevs, tripulante de la fragata:


(…) Éramos 147 almas a bordo de una balsa improvisada con los restos del navío. Dos horas después de haber subido a ella, ciento cuarenta y siete paresde ojos vimos, presas del terror, cómo las amarras que nos conectaban con la salvación de los botes dejaban de estar tirantes y se convertían en meras sogas que serpenteaban a medida que las recogíamos desde la balsa. A lo lejos, nuestro capitán, ese canalla que hoy debe soportar este juicio, se iba con nuestra esperanza de ser rescatados y nos dejaba con una caja de galletas y sólo tres cascosde vino.

Cuatro o cinco hombres se arrojaron al agua, aterrados con la idea de permanecer a la deriva. No volvieron. De los que quedamos en la balsa, el primero en caer fue Phillip, un oficial que se había desesperado cuando vio alejarse al capitán. Enloqueció horas más tarde. Se tiró de la balsa e intentó seguirlos a nado después de que ya hubiésemos perdido de vista los botes salvavidas. Despuésde un tiempo no lo vimos más en el agua.

Pasaron tres días. Nuestros estómagos eran una sinfonía desafinada. El hambre gritaba desde que la única caja de galletas que habíamos rescatado de la fragata se había esfumado durante las primeras veinticuatro horas. Tres hombres habían tomado el camino fácil: sus cuchillos los llevaron a un mejor lugar. Un viejo se lamentaba de su larga vida cuandovimos en el horizonte un triángulo que se movía. Ninguno de nosotros quiso siquiera decir en voz alta lo que la mente gritaba. Nos quedamos quietos y en silencio, incluso los que se habían ofrecido a tirarse al agua para empujar la balsa a medida que nadaban. Cuando desapareció la silueta, fueron subiendo a la balsa de a uno por vez y lentamente.

Entonces desapareció Jean, que esperaba su turno parasubir. Detrás de él quedó el eco de su grito y una mancha de sangre. Los demás se apuraron en subir, pero algo empujó la balsa y varios caímos. Nos aferramos a la madera y nos desesperamos por volver a subir. Los que habían permanecido arriba nos intentaban socorrer.

El tiburón tuvo su festín esa tarde. Ninguno de nosotros volvió a moverse durante esa noche ni tampoco al día siguiente. Quedábamosno más de noventa hombres.

El sol del cuarto día se levantó demasiado naranja, enfermo. No llegó hasta el mediodía y las nubes cubrieron el cielo. Esperamos el agua salvadora de cuatro días de sed. Jamás llegó. Siete hombres se suicidaron en menos de cincuenta horas. Algunos por temor al tiburón, otros de la desesperación. Ninguno de los que sobrevivíamos quería hacer un recuento de los quequedábamos.

Al día siguiente, la sed se convirtió en algo imposible de seguir soportando. Fue entonces cuando el ingenio del geógrafo del barco, Alexandre Corréad, nos sugirió la más atroz de las ideas hasta el momento. Y digo hasta el momento, porque luego tendría otra aún peor. Era una tortura sabernos rodeados sólo de agua y que no pudiésemos beberla. Corréad recurrió a la mezcla de ese mar saladoy nuestra propia orina. Así nos mantuvimos durante los siguientes días.

Una semana y varios desmayos después, el monstruo blanco volvió a aparecer a lo lejos. A mi lado, Corréad lo señaló y me susurró: “el tiburón”. Me incorporé a pesar del dolor de las quemaduras por el sol. La piel me tiraba, resquebrajada por la sal seca que se había pegado a mi cuerpo. Y allí mismo se produjo la rebelión.

Elcentro de la balsa se volvió el sitio más codiciado. Era algo evidente: cuanto más alejado del agua, más seguro se encontraba uno. Pero la lógica del tiburón era especial. Cuando se acercó, pegó en todas partes, arrojando al agua a muchos. Mientras el monstruo marino embatía nuestro improvisado navío, arriba se sucedían las luchas por sobrevivir. Una especie de guerra civil.

Todos contra...
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