Mar a Jorge Isaacs Versi n para imprimir
aposento de mi madre.
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Portada'''
Pasados seis años, los últimos días de un lujoso agosto me
recibieron al regresar alnativo valle. Mi corazón rebosaba
de amor patrio. Era ya la última jornada del viaje, y yo gozaba de la más perfumada mañana del verano. El cielo tenía un tinte azul pálido: hacia el oriente y sobre las crestas
altísimas de las montañas, medio enlutadas aún, vagaban
algunas nubecillas de oro, como las gasas del turbante de
una bailarina esparcidas por un aliento amoroso. Hacia el
sur flotaban lasnieblas que durante la noche habían embozado los montes lejanos. Cruzaba planicies de verdes
gramales, regadas por riachuelos cuyo paso me obstruían
hermosas vacadas, que abandonaban sus sesteaderos para internarse en las lagunas o en sendas abovedadas por
florecidos písamos e higuerones frondosos. Mis ojos se
habían fijado con avidez en aquellos sitios medio ocultos
al viajero por las copas de añososgruduales; en aquellos
cortijos donde había dejado gentes virtuosas y amigas.
En tales momentos no habrían conmovido mi corazón las
arias del piano de U***: ¡los perfumes que aspiraba eran
tan gratos comparados con el de los vestidos lujosos de
ella; el canto de aquellas aves sin nombre tenía armonías
tan dulces a mi corazón!
He aquí, caros amigos míos, la historia de la adolescencia
de aquél aquien tanto amasteis y que ya no existe. Mucho
tiempo os he hecho esperar estas páginas. Después de escritas me han parecido pálidas e indignas de ser ofrecidas
como un testimonio de mi gratitud y de mi afecto. Vosotros no ignoráis las palabras que pronunció aquella noche
terrible, al poner en mis manos el libro de sus recuerdos:
«Lo que ahí falta tú lo sabes; podrás leer hasta lo que mis
lágrimashan borrado». ¡Dulce y triste misión! Leedlas,
pues, y si suspendéis la lectura para llorar, ese llanto me
probará que la he cumplido fielmente.
Era yo niño aún cuando me alejaron de la casa paterna
para que diera principio a mis estudios en el colegio del
doctor Lorenzo María Lleras, establecido en Bogotá hacía pocos años, y famoso en toda la República por aquel
tiempo.
En la noche víspera de miviaje, después de la velada,
entró a mi cuarto una de mis hermanas, y sin decirme una
sola palabra cariñosa, porque los sollozos le embargaban Estaba mudo ante tanta belleza, cuyo recuerdo había creíla voz, cortó de mi cabeza unos cabellos: cuando salió, do conservar en la memoria porque algunas de mis estrofas, admiradas por mis condiscípulos, tenían de ella
habían rodado por mi cuello algunaslágrimas suyas.
pálidas tintas. Cuando en un salón de baile, inundado de
Me dormí llorando y experimenté como un vago presenti- luz, lleno de melodías voluptuosas, de aromas mil mezclamiento de muchos pesares que debía sufrir después. Esos dos, de susurros de tantos ropajes de mujeres seductoras,
cabellos quitados a una cabeza infantil; aquella precau- encontramos aquella con quien hemos soñado a losdieción del amor contra la muerte delante de tanta vida, hi- ciocho años, y una mirada fugitiva suya quema nuestra
cieron que durante el sueño vagase mi alma por todos los frente, y su voz hace enmudecer por un instante toda otra
sitios donde había pasado, sin comprenderlo, las horas voz para nosotros, y sus flores dejan tras sí esencias desmás felices de mi existencia.
conocidas; entonces caemos enuna postración celestial:
A la mañana siguiente mi padre desató de mi cabeza, hu- nuestra voz es impotente, nuestros oídos no escuchan ya
medecida por tantas lágrimas, los brazos de mi madre. la suya, nuestras miradas no pueden seguirla. Pero cuanMis hermanas al decirme sus adioses las enjugaron con do, refrescada la mente, vuelve ella a la memoria horas
besos. María esperó humildemente su...
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