Mar y fuego

Mar y fuego
Era la isla más lejana de los continentes. Se perdía en la memoria cuándo habían llegado allí, y desde donde, pero se recordaba que venían de lejos, que de docenas de meses había sido la navegación, y que tras el último naufragio llegaron los antepasados sin ni un trozo de vela ni un remo.
Varias centenas de años llevaban en la isla felizmente instalados, viviendo entrerecolecciones y siembras y cosechas, y para los festejos de los días acalorados sabían salir a cazar recorriendo todo el terreno. Se recordaban tiempos de esplendor, de abundancias, de buenas recolecciones y buenas cazas, de plenitud y buenos vientos. Pero hacía ya algunas generaciones que el pueblo de la isla venía decayendo. Quizás no habían sabido tratar a la naturaleza que les abrazaba, quizás laaislación inmensa les había marcado un destino ineludible desde un comienzo. Todo comenzó a cerrarse, a secarse, a romperse. Las aves que antaño llegaran emigrando anualmente en bandadas que a su paso repiqueteaban sus alas como tambores y oscurecían el cielo, de un verano al siguiente ya no vinieron. Árboles inmensos que daban montañas de frutos para alimentar cientos de familias, una primavera ya noflorecieron. Las nieves de los montes que les daban agua para beber y riego, se habían limpiado todas un verano y al invierno siguiente ya no volvió a nevar de nuevo. Se tiñó primero de amarillo y luego de gris todo el verde que antes cubriera como un manto todos sus suelos. Ya no era posible la cacería, pocas eran las razones para hacer festejos, y quedaban tan pocos animales que a los últimos lostomaron por hermanos de desgracia y decidieron no comerlos. Agrietados los canales de riego, resquebrajadas las paredes de sus casas y sus techos, morían cada vez más temprano los viejos. La isla y su pueblo humano se estaban muriendo. El golpe final llegó un otoño, la temporada húmeda, las nubes no aparecieron y negaron su lluvia, su frescura y su riego.
Era inevitable la desaparición entera detodo lo que amaban, de su mundo entero. Alguna reminiscencia de su pasado anterior a la llegada de sus antecesores debía haberles quedado fuerte en la memoria colectiva porque no se habían hecho nuevamente a la mar, nunca nadaban, mucho menos construir barcos, ni siquiera canoas, incluso pescaban desde tierra, producto de aquel heredado temor al naufragio, al oleaje y su meneo. Amaban mirar el mar.En las fiestas se deleitaban noches enteras, aposentados sobre las tibias laderas costeras, observando el brillo de la luna bailando en la espuma y llevándolos a lo lejos. Su destino estaba claro. El tiempo de abundancia era irrecuperable, la isla entera se estaba convirtiendo en un desierto, y ninguno recordaba los secretos marineros.
Llegó la media luna en creciente y la estrella roja y el sol ala posición que marcaban que la siguiente luna llena daba el festejo del cielo. Se hablaba de que no iba a ir nadie al valle interno, en el que se celebraba toda una noche de leyendas y bailes disfrutando el cielo. “No tenemos nada que festejar” decían unos, “todo se está muriendo, ya se ha secado nuestro suelo”. Las jóvenes agregaban “no hay flores en el valle, ni una sola a salido para queadornemos nuestro pelo. Áridas rocas pareceremos, sufrimiento entre sufrimiento”. Los ancianos y las ancianas, a quienes siempre se escuchaba para mejor decidir los acontecimientos estaban casi mudos, algunos aún murmuraban un “es cierto!”. Una voz habló fuerte y sonora en la plaza baja, abierto su pecho cubierto de pelo. “¿Nada que festejar? Mucho a muerto y poco queda, estaría de acuerdo si fuera lafiesta de la carne, ya no cazamos animales, no quedan para alimentarnos a todos y es natural que sea un rito que ya no celebremos, pero ¿el cielo?. Todo sigue igual en este cielo! No hay nubes que nos rieguen, pero ese es otro festejo, el cielo que festejaremos pronto es el de las luces del cielo oscuro, nuestra luna y sus estrellas, siguen iluminándonos como siempre lo hicieron.” Quedaron en...