marcel proust sobre la lectura copia

Páginas: 50 (12322 palabras) Publicado: 2 de septiembre de 2015
MARCEL PROUST

Sobre la lectura

QUIZÁ no hubo días en nuestra infancia más plenamente vividos que aquellos que creímos
dejar sin vivirlos, aquellos que pasamos con un libro favorito. Todo lo que, al parecer, los llenaba
para los demás, y que rechazábamos como si fuera un vulgar obstáculo ante un placer divino: el
juego al que un amigo venia a invitarnos en el pasaje más interesante, la abeja oel rayo de sol
molestos que nos forzaban a levantar los ojos de la página o a cambiar de sitio, la merienda que nos
habían obligado a llevar y que dejábamos a nuestro lado sobre el banco, sin tocarla siquiera,
mientras que, por encima de nuestra cabeza, el sol iba perdiendo fuerza en el cielo azul, la cena a la
que teníamos que llegar a tiempo y durante la cual no pensábamos más que en subir aterminar, sin
perder un minuto, el capítulo interrumpido; todo esto, de lo que la lectura hubiera debido impedirnos percibir otra cosa que su importunidad, dejaba por el contrario en nosotros un recuerdo tan
agradable (mucho más precioso para nosotros, que aquello que leíamos entonces con tanta
devoción), que, si llegáramos ahora a hojear aquellos libros de antaño, serían para nosotros como
losúnicos almanaques que hubiéramos conservado de un tiempo pasado, con la esperanza de ver
reflejados en sus páginas lugares y estanques que han dejado de existir hace tiempo.
Quién no recuerda como yo aquellas lecturas hechas en tiempo de vacaciones, que íbamos a
ocultar sucesivamente en todas las horas del día que eran lo suficientemente apacibles e inviolables
para darles asilo. Por la mañana, alvolver del parque, cuando todo el mundo había salido a "dar un
paseo", me deslizaba en el comedor donde, hasta la hora todavía lejana de almorzar, no entraría
nadie más que la vieja Félicie relativamente silenciosa, y donde no tendría por compañeros, muy
respetuosos de la lectura, más que los platos pintados colgados en la pared, el calendario cuya hoja
de la víspera había sido recién arrancada, elreloj de pared y el fuego que habla sin esperar respuesta
y cuya amable conversación vacía de sentido no viene, como las palabras de los hombres, a
superponerse a las palabras que estáis leyendo. Me instalaba en una silla, cerca del pequeño fuego
de troncos del que, durante el almuerzo, mi tío madrugador y jardinero diría: "¡No viene mal! Se
soporta bastante bien un poco de fuego; os aseguro que alas seis hacía frío de verdad en el huerto.
¡Y pensar que sólo faltan ocho días para Pascua!". Antes del almuerzo que, por desgracia, pondría
fin a la lectura, quedaban todavía dos largas horas. De cuando en cuando, se escuchaba el ruido de
la bomba al dejar correr el agua, que os hacía levantar los ojos hacia ella y observarla a través de la
ventana cerrada, allí, muy cerca, en la única alameda deljardincillo que bordeaba con ladrillos y
azulejos en media luna sus platabandas de pensamientos: unos pensamientos cosechados, al parecer,
en esos cielos tan hermosos, esos cielos multicolores y como reflejados a través de las vidrieras de
la iglesia que a veces podían verse entre los tejados del pueblo, cielos tristes que aparecían antes de
las tormentas, o después, muy tarde ya, cuando el díaestaba a punto de tocar a su fin. Por desgracia.
la cocinera venía a poner el cubierto con excesiva antelación; ¡si al menos lo hubiera puesto en
silencio! Pero se sentía en la obligación de decir: "No puede estar cómodo así; ¿quiere que le
acerque una mesa?". Y sólo para responder: "No, gracias", había que detenerse en seco y hacer
volver uno su voz de lo lejos que, labios adentro, repetía sinruido, de corrido, todas las palabras que
los ojos acababan de leer; había que detenerla, hacerla salir, y, para decir decorosamente. "No,
gracias", infundirle una credibilidad aceptable y una entonación de respuesta que había perdido.
Transcurría una hora; a menudo, mucho antes de la hora del almuerzo, empezaban a llegar al

comedor los que, cansados, habían abreviado el paseo, habían "tomado...
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