Marco Aurelio Denegri, Un Loco En Su Sano
juicio Por Claudia Victoria Arenas
Misántropo, elitista y erudito, Marco Aurelio Denegri, ni casado, ni hijos, es el sexólogo más excéntrico del medio. Tiene un programa en televisión nacional en el que ha declarado abiertamente s u aversión por la especie humana y que en realidad el ser humano no debería ser calificado homo sapiens sino homostupidus, término que él mismo creó. Muy pocos saben realmente como es y él lo prefiere así. Detesta la idea de volverse popular.
UNO Son las tres y cuarenta y dos de la tarde de un miércoles cualquiera. La señora del puesto ambulante de la esquina de la cuadra tres de la avenida Petit Thouars me ha dicho que siempre ve salir al señor Marco Aurelio Denegri en un taxi tico amarillo por el ladoderecho de la calle. Desde mayo del 2001, Denegri llega a las cuatro en punto de la tarde a la cuadra diez de José Gálvez, en Santa Beatriz, para la grabación de su programa ‘La función de la palabra’ en Televisión Nacional del Perú, canal 7. Hago mis cálculos. Dada la cercanía entre su trabajo y su hogar, es probable que a esta hora aún se encuentre en su casa y hacia allá me dirijo. Doy con la calle yel número. Un auto Tico espera en la puerta. Es una casa angosta, antigua, de tres pisos que, según los pocos que han podido ingresar, está repleta de libros, desde el garaje hasta la azotea. Y hay quienes aseguran que en ella se encuentra la biblioteca de sexología más grande del Perú. Espero afuera. Alfredo, un moreno ya mayor, aguarda dentro del Tico. Lee un periódico chicha. Es el taxistaoficial del doctor Denegri desde hace doce años. Fue despedido de una empresa de seguros de la misma calle y esto lo obligó a pararse varias semanas en la misma loseta, muy cerca de la casa de Marco Aurelio, en espera de su gratificación. Con lo conseguido, alquiló un Volkswagen, lo estacionó en la esquina de Velarde y comenzó a hacer taxi a sus ex jefes y antiguos compañeros de trabajo. Una mañanade 1993, el señor Marco Aurelio salió de su casa, convinieron precio y salieron rumbo a la San Marcos, alma mater donde Denegri estudio cursos de derecho, una carrera que nunca llegó a terminar. Desde entonces, Alfredo lleva al señor Denegri casi a todos lados. A pesar de los años y kilómetros juntos solo puede –o quiere– decirme más o menos lo mismo que me comenta el portero y el supervisor delcanal. —Es un hombre reservado, serio pero amable. Usted sabe que es cultísimo, respetable.
No lo hace esperar más de lo necesario para una carrera. El señor Denegri solo habla si uno es quien le inicia la conversación, pero Alfredo no le dice nada porque cada vez que piensa hacerlo, mira por el espejo retrovisor, lo nota pensativo y cree que podría incomodarlo. Es difícil saber qué decirle aalguien que te considera parte de una especie genéticamente condenada a la extinción por el embrutecimiento al que nos lleva el uso dependiente de la tecnología. Con solo escuchar dos palabras, Denegri sabe que no perteneces al escaso porcentaje de personas cultas del mundo y mucho menos al 1.3% de extrema sapiencia del que él, por supuesto, se siente parte. Si no lo eres, simplemente eres unapérdida de tiempo, lo aburres. Mientras espero el momento en que Denegri abra la puerta de su casa, recuerdo la primera vez que lo vi. Fue en el lobby del Canal 7. El Chato Grados, célebre cantante folklórico, se encontraba hundido en un sillón que lo hacía ver aún más pequeño. A su lado estaba la también folklórica Amanda Portales, en jeans y taco aguja, con la que el Chato conversaba sobre laselecciones presidenciales. Marco Aurelio bajó del taxi tico y subió la escalera de la entrada. Hizo un saludo rápido con la mano a los mismos de siempre, a la recepcionista y al guardián, miró de reojo a los dos personajes por un instante para desaparecer luego por un pasillo largo, amarillento y desierto. Fueron menos de diez segundos, pero suficientes para notar su caminar presuroso, su postura...
Regístrate para leer el documento completo.