Mardonio el cardenal
Sonó, musical, el timbre del teléfono de su escritorio, Mardonio tomó el auricular y contestó con amabilidad:
-Paz y bien, quién habla por allí…
-Paz y bien su Eminencia,habla la madre Bernardeth, quien lo saluda afectuosamente.
-Oh madre, sus llamadas siempre me son gratas, dígame ¿cuál es el motivo de la presente?
- Un bocatto di Cardinale, la novicia Gorethy debeser iniciada por su Eminencia, dijo la madre superiora con el seseo propio de su acento español.
El cardenal Mardonio, que sabía de los devaneos de la lésbica superiora, recorrió mentalmente lasanteriores iniciaciones de novicias. La muy ladina abadesa, para cubrir sus escarceos amorosos servía, en bandeja de plata a la entrante para que la gozara primero el Cardenal.
La recepción, en elconvento, fue con tanta atención, amabilidad y deferencia que, de saberlo el Cardenal Montpriani, su rival en lides religiosas, políticas y en otras en este pacato país, habría ardido en las brasas de laenvidia.
La novicia, de una belleza excepcional, que por decepción amorosa llegó a los claustros, esperaba resignada a lo que la superiora dispusiera.
-Siguiendo la rutina, primero la confesión, luegola penitencia, dijo la superiora.
En el confesionario, frente a frente, novicia y prelado inician la confesión. Los ojos del Cardenal contemplan un terso rostro de marfil, unos voluptuosos labios,que disimular quieren su sensualidad y no pueden, unos ojos almendrados orlados por unas ojeras que evidenciaban amaneceres en vela; las miradas del religioso se posaban en el pecho de la penitente queal ritmo de la respiración se levantaban y bajaban. La novicia, con evidente nerviosismo dijo sus caídas, yerros; y, contrita, sus propósitos de enmienda. Mardonio con fingida atención escuchaba…Luego de enterado de los desatinos de la novicia, -Hija mía, ya sabrás que con tu penitencia, dijo el Cardenal, expiarás tus culpas. Hay una penitencia, todavía practicada: la expiación de los...
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