Maria Antonieta

Páginas: 197 (49234 palabras) Publicado: 26 de noviembre de 2012
 
El zarco
Ignacio M. Altamirano
 
 
 
 
 
   La señora concluyó así, derramando gruesas lágrimas, su terrible descripción de la vida que llevaba, y que por desgracia no era sino muy exacta, y aun pálida en comparación con la realidad.
   Manuela, que se había puesto encendida cuando oyó hablar del Zarco, se conmovió al oír que la señora se quejaba de estar mala del corazón.
   -Mamá,tú no me habías dicho que estabas mala del corazón. ¿Te duele de veras? ¿Estás enferma? –le preguntó acercándose con ternura.
   -No, hija, enferma no; no tengo nada, pero digo que semejante vida me aflige, me entristece, me desespera y acabará por enfermarme realmente. Lo que es enfermedad, gracias a Dios que no tengo, y ésa es una fortuna que nos ha quedado en medio de tantas desgracias que noshan afligido desde que murió tu padre. Pero al fin, con tantas zozobras, con tantos sustos diarios, con el cuidado que tú me causas, tengo miedo de perder la salud, y en esta población, y teniéndote a ti… Todos me dicen: “Doña Antonia, esconda usted a Manuelita o mándela usted mejor a México o a Cuernavaca. Aquí está muy expuesta, es muy bonita, y si la ven los plateados, si algunos de sus espíasde aquí, son capaces de caer una noche en la población y llevársela. ¡Jesús me acompañe! Todos me dicen esto; el señor cura mismo me lo ha aconsejado; el prefecto, nuestros parientes, no hay un alma bendita que no me diga todos los días lo mismo, y yo estoy sin consuelo, sin saber qué hacer…, sola…, sin más medio de qué vivir que esta huerta de mis pecados, que es la que me tiene aquí, y sin otroamparo que mi hermano a quien ya acabo a cartas, pero que se hace el sordo. Ya ves, hija mía, cuál es la espina que tengo siempre en el corazón y que no me deja ni un momento de descanso. Si mi hermano no viniera, no nos quedaría más que un recurso para libertarnos de la desgracia que nos está amenazando.
   -¿Cuál es, mamá? –pregunto Manuela sobresaltada.
   -el de casarte, hija mía –respondióla señora con acento de infinita ternura.
   -¿Casarme? ¿Y con quién?
   --¿Cómo con quién? –replicó la madre, en tono de dulce reconvención- Tú sabes muy bien que Nicolás te quiere, que se  consideraría dichoso si le dijeras que sí, que el pobrecito hace más de dos años que viene a vernos día con día, sin que le estorben ni los aguaceros, ni los peligros, ni tus desaires tan frecuentes y taninjustos, y todo porque tiene esperanzas de que te convenzas de su cariño, de que te ablandes, de que consientas en ser su esposa…
   -¡Ah!, en eso habíamos de acabar, mamacita –interrumpió vivamente Manuela, que desde las últimas palabras de la señora no había disimulado su disgusto--; debí haberlo adivinado desde el principio; siempre me hablas de Nicolás; siempre me propones el casamiento con él,como el único remedio de nuestra mala situación, como si no hubiera otro…
   -¿Pero cuál otro, muchacha?
   -El de irnos a México con mi tío, el de vivir como hasta aquí, el de escondernos cuando hay peligro.
   -¿Pero tú ves que tu tío no viene, que nosotras no podemos irnos solas a México, que confiarnos a otra persona es peligrosísimo en estos tiempos en que los caminos están llenosde plateados, que podrían tener aviso y sorprendernos… porque se sabría de nuestro viaje con anticipación?
   -Y yéndonos con mi tío ¿no tendríamos el mismo riesgo? –objetó la joven reflexionando.
   -Tal vez, pero él tiene interés en nosotras, somos de su familia y procuraría acompañarse de hombres resueltos, quizás aprovecharía el paso de alguna fuerza del gobierno, o la traería de México o deCuernavaca; guardaría el debido secreto sobre nuestra salida. En fin, la arriesgaría de noche atravesando por Totolapam o por Tepoztlán; de todos modos con él iríamos más seguras. Pero ya lo ves, no viene, ni siquiera responde a mis cartas. Sabrá seguramente como está este rumbo, y mi cuñada y sus hijos no lo dejarán exponerse. El hecho es que no podemos tener esperanzas en él.
   -Pues, entonces,...
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