Maria_Lopez_Castano_ _El_secreto_de_Angela

Páginas: 279 (69715 palabras) Publicado: 22 de noviembre de 2015
Gran Hotel, Cantaloa, 1906
Había llegado al final del pasillo cuando se dio cuenta de que aquel joven no
la seguía desde hacía rato. Ángela deshizo sus pasos por el corredor hasta
alcanzar al mozo de enjuto rostro que permanecía tieso frente a una encrucijada
de pasillos.
—Aprieta el paso, muchacho, no tenemos todo el día.
El mozo agarró con fuerza un atillo repleto de útiles de albañilería ycaminó
tras ella. No quería volver a perderse, así que su cuerpo se pegó al de la
gobernanta como un bulto molesto en su espalda. Ángela se arrepintió al
momento del modo en que le había hablado. Una vez más, su tono seco y
cortante había generado un miedo innecesario. Ahora tendría que aguantarse y
notar en su cogote el aliento del muchacho durante todo el camino.
Los pasos de ambos pronto sesincronizaron por aquel corredor lleno de
recovecos. Desde esa parte del hotel se podía escuchar el cálido murmullo de
los camareros que entraban y salían de la cocina cargados con platos. El olor a
guiso de perdiz inundó de saliva la boca del mozo, lo que le hizo fantasear
momentáneamente con rebañar los huesos roídos por algún aristócrata.
Ángela se paró frente a una puertita de madera estropeada porel paso del
tiempo y tomó aire. Hacía muchos años que no visitaba el sótano. De un lado,
pocas veces había tenido la obligación de bajar desde que se iniciara como
gobernanta del Gran Hotel. De otro, viejos recuerdos reprimidos la alejaban de
aquel lugar cada vez que pasaba cerca.
Justo junto a la puerta, un par de estantes sostenían dos farolillos que la
gobernanta prendió con habilidad. Desdehacía un año, la electricidad había
hechizado al hotel con su luz feroz. El interior quedaba mágicamente iluminado
cuando, en el jardín, la noche iba ganando terreno al sol. Para las largas tertulias
masculinas se prefería la luz que simulaba el mediodía. Así, el humo del tabaco

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solía formar delgadas nubes que encapotaban una atmósfera radiante. Para las
mujeres, se escogía la luz indirecta delas lámparas de mesa que, cubierta por
una pantalla de seda rosa, favorecía el rubor de sus mejillas. Sin embargo, aquel
sótano mantenía la misma oscuridad desde hacía décadas. Nadie hacía uso de
él. Y si era necesario bajar, un farolillo para iluminarse era más que suficiente.
Ángela le entregó uno al joven.
—No dejes que se apague. Te va a hacer falta.
Acto seguido sacó una llave, que debía dellevar enganchada de algún
pliegue del vestido, y abrió la puerta, que emitió un quejido perezoso tras años
de letargo.
Después de bajar unos destartalados escalones de madera, la gobernanta
cerró la puerta tras de sí y se colocó delante del joven para guiarlo por aquella
ruta incierta. El sonido del trajín de la cocina se desvaneció y se hizo un silencio
hostil. Al vislumbrar la oscuridad delangosto camino, el chico sintió un
escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Si Ángela lo notó, no hizo gesto de
comprensión alguno. Su espalda se irguió mostrando seguridad cuando, en
realidad, hacía rato que su mente escupía sin decoro preguntas que nunca había
sido capaz de responderse. Sintió angustia y temor. ¿Temor a qué? No resultaba
fácil interpretar sensaciones tiempo después de haberlasvivido por primera
vez.
Quizá solo era angustia aquello que sentía y el temor, instalado en su
conciencia como en la de cualquiera, se había personado simplemente por el
hecho de estar atravesando un pasillo tan sombrío. Sí, angustia. Solo era eso. La
gobernanta acercó el farolillo a su cara y siguió andando con paso decidido,
atravesando las motas de polvo que se veían en el haz de luz que emitíala vela.
A mitad del camino, el mozo se apoyó en la pared para secarse el sudor de la
frente. El muro desprendió un polvillo blanquecino que manchó el negro
impoluto del vestido de Ángela. Durante todo el trayecto, el joven tuvo en el
rostro una clara expresión de culpa, pero no se atrevió a abrir la boca.
Cuando alcanzaron la puerta de destino, Ángela abrió el candado oxidado
con una llave que...
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