Maria
-Apenas son las cinco; ¡qué exactitud! si siemprefuera así...
-¿Qué has hecho hoy con tu Mimiya? -le pregunté a Juan luego que nos alejamos de la casa.
-Ella es la que ha estado tonta hoy -me respondió.
-¿Cómo así?
-Pues llorando.
-¡Ah! ¿porqué no la has contentado?
-No quiso aunque le hice cariños y le llevé flores; pero se lo conté a mamá.
-¿Y qué hizo mamá?
-Ella sí la contentó abrazándola, porque Mimiya quiere más a mamá que a mí. Haestado tonta, pero no le digas nada.
María me recibió a Juan.
-¿Has regado ya las matas? -le pregunté subiendo.
-No; te estaba esperando. Conversa un rato con mamá y Emma -agregó en voz baja-, yasí que sea tiempo, me iré a la huerta.
Temía ella siempre que mi hermana y mi madre pudiesen creerla causa de que se entibiase mi afecto hacia las dos; y procuraba recompensarles con el suyo lo quedel mío les había quitado.
María y yo acabamos de regar las flores. Sentados en un banco de piedra, teníamos casi a nuestros pies el arroyo, y un grupo de jazmines nos ocultaba a todas las miradasmenos a las de Juan, que cantando a su modo, estaba alelado embarcando sobre hojas secas y cáscaras de granadilla, cucarrones y chapules prisioneros.
Los rayos lívidos del sol, que se ocultaba tras lasmontañas de Mulaló medio embozado por nubes cenicientas fileteadas de oro, jugaban con las luengas sombras de los sauces, cuyos verdes penachos acariciaba el viento.
Habíamos hablado de Carlos y...
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