Mariano Melgar
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Mario Vargas Llosa:
Elogio de la lectura y la ficción
Discurso Nobel
7 diciembre de 2010
1
Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio
de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la
vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir laspalabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del
tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de
viaje submarino, luchar junto a d’Artagnan, Athos, Portos y Aramís contra las intrigas
que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu, o arrastrarme por las
entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con elcuerpo inerte de Marius a cuestas.
La lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance del
pedacito de hombre que era yo el universo de la literatura. Mi madre me contó que las
primeras cosas que escribí fueron continuaciones de las historias que leía pues me
apenaba que se terminaran o quería enmendarles el final. Y acaso sea eso lo que me he
pasado la vida haciendo sinsaberlo: prolongando en el tiempo, mientras crecía,
maduraba y envejecía, las historias que llenaron mi infancia de exaltación y de
aventuras.
Me gustaría que mi madre estuviera aquí, ella que solía emocionarse y llorar
leyendo los poemas de Amado Nervo y de Pablo Neruda, y también el abuelo Pedro, de
gran nariz y calva reluciente, que celebraba mis versos, y el tío Lucho que tanto me
animóa volcarme en cuerpo y alma a escribir aunque la literatura, en aquel tiempo y
lugar, alimentara tan mal a sus cultores. Toda la vida he tenido a mi lado gentes así, que
me querían y alentaban, y me contagiaban su fe cuando dudaba. Gracias a ellos y, sin
duda, también, a mi terquedad y algo de suerte, he podido dedicar buena parte de mi
tiempo a esta pasión, vicio y maravilla que es escribir,crear una vida paralela donde
refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo
natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un
espectáculo pasajero.
No era fácil escribir historias. Al volverse palabras, los proyectos se marchitaban
en el papel y las ideas e imágenes desfallecían. ¿Cómo reanimarlos? Por fortuna,allí
estaban los maestros para aprender de ellos y seguir su ejemplo. Flaubert me enseñó que
el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia. Faulkner, que es la forma –la
escritura y la estructura– lo que engrandece o empobrece los temas. Martorell,
Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi, Conrad, Thomas Mann, que el número y la
ambición son tan importantes en una novela como la destrezaestilística y la estrategia
narrativa. Sartre, que las palabras son actos y que una novela, una obra de teatro, un
ensayo, comprometidos con la actualidad y las mejores opciones, pueden cambiar el
curso de la historia. Camus y Orwell, que una literatura desprovista de moral es
inhumana y Malraux que el heroísmo y la épica cabían en la actualidad tanto como en el
tiempo de los argonautas, laOdisea y la Ilíada.
2
Si convocara en este discurso a todos los escritores a los que debo algo o mucho
sus sombras nos sumirían en la oscuridad. Son innumerables. Además de revelarme los
secretos del oficio de contar, me hicieron explorar los abismos de lo humano, admirar
sus hazañas y horrorizarme con sus desvaríos. Fueron los amigos más serviciales, los
animadores de mi vocación, en...
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