Marina José A
José Antonio Marina. Edición Compactos Anagrama
Barcelona 2001
II. LA MIRADA INTELIGENTE
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Comenzaré contando la transfiguración de la mirada. Parece un mal
comienzo, porque tenemos la convicción de que la mirada, la percepción
en general, está excluida de los circuitos de la libertad. Es evidente que no
podemos ver lo que queremos, sino que en cada momentoestamos
sometidos al determinismo del estímulo, y si era de él de quien la libertad
nos permitía liberarnos, no podemos hablar aquí de transfiguración alguna.
Tan clara afirmación no resiste un análisis minucioso. Mediante la
mirada —a la que tomamos como representante eximia de todo el
conocimiento sensitivo— extraemos datos de la realidad. Eso es lo que
significa «percibir»: coger. Pues bien,cogemos de nuestro alrededor lo
que nos interesa, porque nuestro ojo no es un ojo inocente sino que está
dirigido en su mirar por nuestros deseos y proyectos. El ser humano se ha
rebelado contra la limitación de sus sentidos y esto debería darnos que
pensar. Hemos inventado instrumentos para ver lo invisible, lo minúsculo
y lo lejano, lo oculto y lo fugaz. El microscopio, los rayos X, la ecografía, laresonancia magnética, el telescopio nos permite contemplar lo nunca visto.
El deseo de ver ha dirigido la invención de los medios. Primero hemos
anticipado lo que podíamos ver, y este deseo incitó la ampliación de
nuestras facultades.
No hace falta, sin embargo, acudir a estos casos para comprender que la
percepción del hombre es un asunto complicado. Siempre es difícil saber
lo que vemos. En eladmirable comienzo de La Chartreuse de Parme,
Stendhal cuenta un suceso muy instructivo para un psicólogo. El joven
Fabrizio del Dongo, apasionado bonapartista, se incorpora al ejército del
emperador, en unas circunstancias que ahora sabemos poco propicias:
cerca de un lugar llamado Waterloo. Hay mucho trajín y escándalo. Las
tropas corren, se oyen voces y un gran estrépito en la lejanía. Desde elcarro de una cantinera, Fabrizio contempla la escenografía guerrera.
Caballos al galope, hombres enardecidos, que con voces airadas tratan de
acallar sus miedos, la aparición, divinamente efímera, sobre un montecillo,
del emperador y su séquito, explosiones cada vez más cercanas, ruido,
ruido, ruido y, por fin, la presencia de la muerte, entre los restos de unos
jinetes destrozados por la metralla.No son sucesos completos los que ve,
sino espaldas fugitivas, fragmentos de acciones, gestos sin continuación.
Imágenes que brillan un momento en sus ojos y pasan a su memoria o a
su olvido sin detenerse. Todo el espectáculo desaparece porque un
proyectil hiere al muchacho, que pierde el sentido. Cuando lo recupera se
encuentra en un tranquilo albergue. Pasan los días, Fabrizio reflexiona ymadura, cuenta Stendhal, pero unas preguntas infantiles le acosaron
siempre: ¿Aquello que había visto había sido una batalla?; y si lo fue,
¿había sido la batalla de Waterloo? La nuestra no es una pregunta infantil,
como no lo fue la del personaje de Stendhal. ¿Es posible ver una batalla?
¿O tan sólo vemos un encabalgamiento de imágenes? La minuciosa
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acumulación de anécdotas, ¿forma parte de labatalla? ¿O la batalla es
sólo ese ordenado juego de batallones, que el pintor de batallas pinta en
suaves paisajes, contemplándolo desde una altura irreal y olímpica? Lo
que vemos, ¿es pasividad o construcción?
Han sido los neurólogos, que con enorme talento han estudiado la
complejidad de los acontecimientos nerviosos, los culpables de que
hayamos perdido la ingenuidad. La mirada no sale hasta elobjeto visto,
como creían los antiguos, y como también cree el lenguaje. «Escudriñar» y
«escrutar» significaban originariamente visitar un lugar, recorrerlo. El ojo
vagabundearía por las cosas, experimentándolas. «Experiencia»
significaba lo mismo: lo sucedido en un viaje. Tampoco podemos decir que
el ojo sea una cámara fotográfica que recoja una imagen ya perfilada.
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