Mars Juan El Embrujo De Shanghai 2

Páginas: 286 (71480 palabras) Publicado: 16 de julio de 2015
Juan Marsé nació en Barcelona en 1933. A los trece
años empezó a trabajar como operario en un taller
de joyería, actividad que desempeñó hasta 1959.
Ese año, en que comenzó a publicar relatos en
diversas revistas literarias, ganó el Premio Sésamo
de cuentos. En 1961 publicó su primera novela,
Encerrados con un solo juguete. Su posterior obra
narrativa comprende Esta cara de la luna, Últimastardes con Teresa (Premio Biblioteca Breve 1965), La
oscura historia de la prima Montse, Si te dicen que caí
(Premio Internacional de Novela México 1973), La
muchacha de las bragas de oro (Premio Planeta 1978),
Un día volveré, Ronda del Guinardó, Teniente Bravo,
El amante bilingüe (Premio Ateneo de Sevilla 1990)
y El embrujo de Shanghai (Premio de la Crítica 1993
y Premio Europa de Literatura 1994).Es uno de los
escritores españoles más adaptados al cine.

Juan Marsé, 1993
© RBA Proyectos Editoriales, 1997, para esta edición
Pérez Galdós, 36 bis, 08012 Barcelona
Diseño de la cubierta: Joan Batallé
Ilustración de cubierta: © Sally Boon/Photonica
ISBN: 84—473—1206—2
Depósito Legal: B—19.555—1997
Impresión: Printer industria gráfica, S.A. Ctra. N—II, km. 600
Cuatro Caminos, s/n. Sant Vicençdels Horts (Barcelona)
Impreso en España —Printed in Spain
Edición digital: Gingiol (7-8-2005)

A la memoria de la Rosa de Calafell
y de la Berta de L'Arboç.
Para la Carmen de Santa Fe.
Para la Joaquina de Herguijuela.

La verdadera nostalgia, la más honda, no
tiene que ver con el pasado, sino con el futuro.
Yo siento con frecuencia la nostalgia del futuro,
quiero decir, nostalgia de aquellos díasde fiesta,
cuando todo merodeaba por delante y el futuro
aún estaba en su sitio.
Luis GARCÍA MONTERO, Luna en el sur

CAPÍTULO PRIMERO
1
Los sueños juveniles se corrompen en boca de los adultos, dijo el capitán
Blay caminando delante de mí con su intrépida zancada y su precaria
apariencia de Hombre Invisible: cabeza vendada, gabardina, guantes de piel y
gafas negras, y una gesticulación abruptay fantasiosa que me fascinaba. Iba al
estanco a comprar cerillas y de pronto se paró en la acera y olfateó
ansiosamente el aire a través de la gasa que afantasmaba su nariz y su boca.
—Y tan desdichada carroña está en la calle, se huele. Pero hay algo más...
Sin querer ofender a nadie, se percibe otra descomposición de huevos. ¿No lo
notas? —siguió el anciano husmeando su quimera predilectaayudándose con
nerviosos golpes de cabeza, y yo también me paré a oler. El capitán tenía el don
de sugestionarme con su voz mineral y sentí un vacío repentino en el estómago
y una sensación de mareo.
Así empieza mi historia, y me habría gustado que hubiese en ella un lugar
para mi padre, tenerlo cerca para aconsejarme, para no sentirme tan indefenso
ante los delirios del capitán Blay y ante mis propiossueños, pero en esa época a
mi padre ya le daban definitivamente por desaparecido, y nunca volvería a
casa. Pensé otra vez en él, vi su cuerpo tirado en la zanja y los copos de nieve
cayendo lentamente y cubriéndole, y luego pensé en las enigmáticas palabras
del viejo mochales mientras yo iba andando pegado a sus talones camino del
estanco de la plaza Rovira, cuando, al pasar frente al portalnúmero 8, entre el
colmado y la farmacia, el capitán se paró en seco por segunda vez y su
temeraria nariz, habitualmente desnortada y camuflada bajo el vendaje, detectó
de nuevo la pestilencia.

6

—¿No reconoces esa gran tufarada, muchacho? —dijo—. ¿Tu cándida
naricilla maliciada en el incienso de Las Ánimas y en el agrio sudor de las
sotanas ya no distingue el hedor...? —Se interrumpió estirando elcuello,
resoplando como un caballo nervioso—: ¿A huevos podridos, a mierda de gato?
Nada de eso... Ahí, en ese portal. ¡Ya sé lo que es! ¡Gas! ¡Se veía venir esta
miseria!
En el interior del zaguán anidaba ciertamente un tufo a miseria casi
permanente, pues era refugio nocturno de mendigos, pero el capitán supo
distinguir en el acto una pestilencia de otra y además afirmó que el olor a gas
no...
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