Martes Enmascarado
El inolvidable autor de Mercaderes del espacio, Homo Plus y Pórtico (por no mencionar sino sus
novelas más conocidas), fiel a la línea de «ciencia-ficción sociológica» de la que es tal vez el
máximo representante, nos habla en este relato de una guerra —estremecedoramente
verosímil— que no es ni fría ni caliente… sino todo lo contrario.
MARTE ENMASCARADO
Frederik Pohl
I
El día en quefueron a buscar al Reverendo H. Hornswell Hake era su
trigesimonoveno aniversario, y su secretaria, Jessie Tunman, le había
preparado un pastel. Porque era muy comedida y sentimental, sólo le había
colocado dos velitas. Y, porque Jessie era así, lo había plantado frente a él
con una mueca de disgusto.
—Es muy considerado por tu parte, Jessie —dijo él, contemplando el
recubrimiento de coco quetanto le desagradaba.
—Claro. Lo mejor será que te lo comas rápido, porque tu gente de las nueve
en punto está saliendo en este momento de su cochecito. ¿No vas a apagar
las velas? —lo contempló mientras lo hacía—. Bueno, feliz cumpleaños,
Horny. Sé que te hubiera gustado más de chocolate, pero ya sabes que te
produce granos.
No esperó una respuesta, sino que cerró la puerta tras ella.Naturalmente, lo había encontrado vestido sólo con el pantalón de deporte,
levantando pesas ante el espejo. Ahora que había dejado de hacer ejercicio
se estaba congelando; abrió rápidamente un cajón y metió dentro las pesas.
Se puso los pantalones, se colocó unas botas forradas sobre los calcetines
de deporte y comenzó a abotonarse la camisa, cubriendo la gran trama de
cicatrices que se curvababajo su pezón izquierdo. Para cuando aparecieron
sus primeros feligreses ya estaba sentado tras su escritorio, volviendo a
semejar más el religioso unitario que era que el macho deportista que
parecía antes.
Otro matrimonio que se iría al traste, si él no lo solucionaba. Era una
responsabilidad que había aceptado tiempo ha, cuando había hecho sus
votos en el seminario, pero eso no hacía quelas cosas fueran más fáciles.
Les ofreció a aquellos jóvenes un pedazo de su pastel de cumpleaños y se
arrellanó en el sillón para escuchar, una vez más, sus quejas y acusaciones.
Hake se tomaba muy en serio sus funciones religiosas, pero sobre todo sus
funciones como consejero. Y de todas las exigencias de apoyo y resolución
de problemas que le imponía su congregación, las más difíciles yagotadoras
eran las relativas al matrimonio. Acudían a él para que les aconsejase sobre
problemas conyugales, con el rostro brillante y una fina capa de sofisticación
tratando de cubrir sus descarnadas y aterrorizadas interioridades. Él les daba
el máximo apoyo que podía.?2
—¡Te aseguro que te amo de veras, Alys! —gritaba furioso Ted Brant.
Hake contemplaba educadamente a Alys. Ella norespondía a sus palabras;
estaba mirando, con los labios muy apretados, a un rincón de la habitación.
Hake suprimió el deseo de suspirar y siguió en silencio. Esto era la mitad del
trabajo de consejero: mantener la boca cerrada, aguardando a que los que
iban a casarse o estaban pensando en divorciarse escupieran todo lo que
había en su interior, lo que realmente pensaban. Tenía los pies fríos. Estiródisimuladamente la mano y los arrebujó más con la manta afgana con la que
se los había tapado.
Una llamada en la puerta rompió la escena y Jessie, su secretaria, atisbó por
la rendija:
—Lo lamento —dijo atropelladamente—, pero esto parecía importante.
Dejó una nota en la mesilla y cerró la puerta de nuevo, sonriendo a los
jóvenes para mostrarles que, en realidad, no los estabainterrumpiendo.
Horny extrajo sus pies de la manta afgana y atravesó la alfombra para ir a
mirar la nota:
«Un inspector de Hacienda quiere verle inmediatamente.»
¡Oh, Dios! —exclamó. Su conciencia estaba tan limpia como las de la
mayoría, lo que equivale a decir que algo turbia sí que la tenía. No es que
esperase sufrir ningún problema grave, pero estaba acostumbrado a
enfrentarse con cosas a las que...
Regístrate para leer el documento completo.