martin gillermo infierno grande
Palabras de Liliana Heker a la primera edición (1989)
Lo incisivo de sus observaciones, cierto peculiar sentido de la comicidad y
una impiedad solapada le confieren a Infierno Grande su tono intransferible, su
originalidad.
Pero el placer que provoca su lectura hay que rastrearlo sobre todo en una
cosa: en la soltura con que estos diez cuentos están narrados.Guillermo Martínez cuenta con la naturalidad y el desenfado con que podría
hacerla un autor clásico, pero leerlo no es tranquilizador; la derivación gradual de
sus historias hacia la demencia, el absurdo, o un horror netamente contemporáneo, contrastan con el estilo calmo y hasta gozoso con que estas historias están
narradas e instalan al lector en una realidad contradictoria y nada apacible.
Y nodigo más. Se trata de un autor nuevo y valioso: descubrir sus claves,
tratar de extrapolar su mundo, han de ser aventura y trabajo de cada lector.
Liliana Heker
INFIERNO GRANDE
Muchas veces, cuando el almacén está vacío y sólo se escucha el zumbido
de las moscas, me acuerdo del muchacho aquel que nunca supimos cómo se llamaba y que nadie en el pueblo volvió a mencionar.
Por algunarazón que no alcanzo a explicar lo imagino siempre como la primera vez que lo vimos, con la ropa polvorienta, la barba crecida y, sobre todo, con
aquella melena larga y desprolija que le caía casi hasta los ojos. Era recién el
principio de la primavera y por eso, cuando entró al almacén, yo supuse que sería
un mochilero de paso al sur. Compró latas de conserva y yerba, o café; mientras
le hacía lacuenta se miró en el reflejo de la vidriera, se apartó el pelo de la frente, y me preguntó por una peluquería.
Dos peluquerías había entonces en Puente Viejo; pienso ahora que si hubiera ido a lo del viejo Melchor quizá nunca se hubiera encontrado con la Francesa y
nadie habría murmurado. Pero bueno, la peluquería de Melchor estaba en la otra
punta del pueblo y de todos modos no creo quepudiera evitarse lo que sucedió.
La cuestión es que lo mandé a la peluquería de Cervino y parece que mientras Cervino le cortaba el pelo se asomó la Francesa. Y la Francesa miró al muchacho como miraba ella a los hombres. Ahí fue que empezó el maldito asunto,
porque el muchacho se quedó en el pueblo y todos pensamos lo mismo: que se
quedaba por ella.
No hacía un año que Cervino y su mujer se habíanestablecido en Puente
Viejo y era muy poco lo que sabíamos de ellos. No se daban con nadie, como solía
comentarse con rencor en el pueblo. En realidad, en el caso del pobre Cervino era
sólo timidez, pero quizá la Francesa fuera, sí, un poco arrogante. Venían de la
ciudad, habían llegado el verano anterior, al comienzo de la temporada, y recuerdo que cuando Cervino inauguró su peluquería yopensé que pronto arruinaría al
viejo Melchor, porque Cervino tenía diploma de peluquero y premio en un concurso
de corte a la navaja, tenía tijera eléctrica, secador de pelo y sillón giratorio, y le
echaba a uno savia vegetal en el pelo y hasta spray si no se lo frenaba a tiempo.
Además, en la peluquería de Cervino estaba siempre el último El Gráfico en el revistero. Y estaba, sobre todo, laFrancesa.
Nunca supe muy bien por qué le decían la Francesa y nunca tampoco quise
averiguarlo: me hubiera desilusionado enterarme, por ejemplo, de que la Francesa
había nacido en Bahía Blanca o, peor todavía, en un pueblo como éste. Fuera como
fuese, yo no había conocido hasta entonces una mujer como aquélla. Tal vez era
simplemente que no usaba corpiño y que hasta en invierno podía uno darsecuenta
de que no llevaba nada debajo del pulóver. Tal vez era esa costumbre suya de
aparecerse apenas vestida en el salón de la peluquería y pintarse largamente
frente al espejo, delante de todos. Pero no, había en la Francesa algo todavía más
inquietante que ese cuerpo al que siempre parecía estorbarle la ropa, más perturbador que la hondura de su escote. Era algo que estaba en su mirada....
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