Martin Rivas Libro

Páginas: 537 (134036 palabras) Publicado: 18 de agosto de 2013

Martin Rivas





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Martin Rivas

Capítulo 1 
A principios del mes de julio de 1850, atravesaba la puerta de la calle de una hermosa casa de Santiago un joven de veinte y dos a veinte y tres años. 
Su traje y sus maneras estaban muy distantes de asemejarse a las maneras y al traje de nuestros elegantes de la capital. Todo en aquel joven revelabaal provinciano que viene por primera vez a Santiago. Sus pantalones negrosembotinados por medio de anchas trabillas de becerro, a la usanza de los años de 1842 y 43; su levita de mangas cortas y angostas; su chaleco de raso negro con grandes picos abiertos, formando un ángulo agudo, cuya bisectriz era la línea que marca la tapa del pantalón; su sombrero de extraña forma y sus botines, abrochadossobre los tobillos por medio de cordones negros, componían un traje que recordaba antiguas modas, que sólo los provincianos hacen ver de tiempo en tiempo por las calles de la capital. 
El modo como aquel joven se acercó a un criado que se balanceaba mirándole, apoyado en el umbral de una puerta, que daba al primer patio, manifestaba también la timidez del que penetra en un lugar desconocido yrecela de la acogida que le espera. 
Cuando el provinciano se halló bastante cerca del criado, que continuaba observándole, se detuvo e hizo un saludo, al que el otro contestó con aire protector, inspirado tal vez por la triste catadura del joven. 
-¿Será ésta la casa del señor don Dámaso Encina? -preguntó éste, con voz en la que parecía reprimirse apenas el disgusto que aquel saludo insolentepareció causarle. 
-Aquí es -contestó el criado. 
-¿Podrá usted decirle que un caballero desea hablar con él? 
A la palabra caballero, el criado pareció rechazar una sonrisa burlona que se dibujaba en sus labios. 
-¿Y cómo se llama usted? -preguntó con voz seca. 
-Martín Rivas -contestó el provinciano, tratando de dominar su impaciencia, que no dejó por esto de reflejarse en sus ojos. -Espérese, pues -díjole el criado; y entró con paso lento a las habitaciones del interior. 
Daban en ese instante las doce del día. 
Nosotros aprovecharemos la ausencia del criado para dar a conocer más ampliamente al que acaba de decir llamarse Martín Rivas. 
Era un joven de regular estatura y bien proporcionadas formas. Sus ojos negros, sin ser grandes, llamaban la atención por el aire de melancolíaque comunicaban a su rostro. Eran dos ojos de mirar apagado y pensativo, sombreados por grandes ojeras que guardaban armonía con la palidez de sus mejillas. Un pequeño bigote negro, que cubría el labio superior y la línea un poco saliente del inferior, le daban el aspecto de la resolución, aspecto que contribuía a aumentar lo erguido de la cabeza, cubierta por una abundante cabellera color castaño,a juzgar por lo que se dejaba ver bajo el ala del sombrero. El conjunto de su persona tenía cierto aire de distinción que contrastaba con la pobreza del traje, y hacía ver que aquel joven, estando vestido con elegancia, podía pasar por un buen mozo, a los ojos de los que no hacen consentir únicamente la belleza física en lo rosado de la tez y en la regularidad perfecta de las facciones. 
Martínse había quedado en el mismo lugar en que se detuvo para hablar con el criado, y dejó pasar dos minutos sin moverse, contemplando las paredes del patio pintadas al óleo y las ventanas que ostentaban sus molduras doradas al través de las vidrieras. Mas, luego pareció impacientarse con la tardanza del que esperaba, y sus ojos vagaron de un lugar a otro sin fijarse en nada. 
Por fin, se abrió unapuerta y apareció el mismo criado con quien Martín acababa de hablar. 
-Que pase para adentro -dijo al joven. 
Martín siguió al criado hasta una puerta en la que éste se detuvo. 
-Aquí está el patrón -dijo, señalándole la puerta. 
El joven pasó el umbral y se encontró con un hombre que, por su aspecto, parecía hallarse, según la significativa expresión francesa, entre dos edades. Es decir que...
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