Marvin Harris
Marvin Harris
Madrid, Alianza Editorial, 1985
Capítulo 3: Principios Teóricos del Materialismo Cultural
No se puede pasar directamente de una descripción de las maneras de
abordar el conocimiento acerca de un campo a los principios que sirven
para construir redes de teorías interrelacionadas. Antes, hay que decir algo sobre el contenido del campo, sobre sus principales componentes
y sectores. Hasta ahora, nos hemos venido refiriendo, únicamente a las
visiones emic y etic del pensamiento y comportamiento humanos. Pero
a la hora de describir los principios estratégicos del materialismo
cultural, se hace necesario identificar previamente otros componentes.
La causa de las limitaciones de las estrategias de investigación alternativas es, en buena medida, su propia forma de conceptualizar la
naturaleza de las sociedades y culturas humanas. Las estrategias
idealistas emprenden la definición de los fenómenos sociales y
culturales desde una perspectiva exclusivamente emic: La sociedad
existe sólo en la medida en que los participantes se consideran
miembros de grupos sociales, compartiendo valores y propósitos
comunes; la acción social representa un tipo especial de conducta
identificado por las intenciones sociales de los participantes, y la cultura
se compone exclusivamente de las perspectivas emic compartidas de
pensamiento y comportamiento. En las versiones extremas, como las
vinculadas con el cognitivismo (véase cap. 9), se abandona incluso la
visión emic del comportamiento y se restringe la cultura a las reglas
que presuntamente rigen la conducta, sin investigar ésta para nada.
Los materialistas culturales, en cambio, enfocan inicialmente —aunque
no de manera exclusiva— la definición de los fenómenos sociales y
culturales desde un punto de vista etic. El carácter social de los grupos humanos se infiere de la densidad de interacción de seres humanos en
un determinado lugar espacial y temporal. Los materialistas culturales
no necesitan saber si los miembros de una población humana particular
se consideran un «pueblo» o un grupo para identificarlos como grupo
social. Tampoco tiene que ser cohesiva o cooperativa la interacción de los miembros de tales grupos para que se la estime como social. Para
los materialistas culturales, el punto de partida de todo análisis
sociocultural lo constituye sencillamente la existencia de una población
humana etic situada en unas coordenadas espaciales y temporales de
tipo etic. Una sociedad es, para nosotros, un grupo social máximo
compuesto de ambos sexos y todas las edades, que manifiesta una amplia gama de conductas interactivas. La cultura, por su parte, se
refiere al repertorio aprendido de pensamientos y acciones que
exhiben los miembros del grupo, repertorio cuya transmisión de
generación en generación es independiente de la herencia genética.
(Un examen más extenso de la naturaleza de la cultura se ofrece en los capítulos 3 y 9). Los repertorios culturales de las sociedades concretas
contribuyen a la continuidad de la población y su vida social. De ahí la
necesidad de hablar de sistemas socioculturales, que denotan la
conjunción de una población, una sociedad y una cultura y constituyen
una organización circunscrita de personas, pensamientos y actividades.
El carácter sistémico de tales conjunciones y organizaciones no es algo que deba darse por sentado. Antes bien, se trata de un presupuesto
estratégico que sólo es posible justificar demostrando cómo conduce a
teorías eficaces y contrastables.
El patrón universal
Los principios teóricos del materialismo cultural se interesan por el
problema de comprender la relación entre las partes de los sistemas ...
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