Mata Hari Piglia
Ricardo Piglia
(Adrogué, Buenos Aires, 1941)
Mata-Hari 55
(La invasión, 1967)
La mayor incomodidad de esta historia es ser cierta. Se equivocan los que piensan que es más fácil contar hechos verídicos que inventar una anécdota, sus relaciones y sus leyes. La realidad, es sabido, tiene una lógica esquiva; una lógica queparece, a ratos, imposible de narrar. Frente al riesgo de violentarla con la ficción, he preferido transcribir casi sin cambios el material grabado por mí en sucesivas entrevistas. La lealtad del Grundig W2A portátil sirve como testigo de la verdad de este relato que me fue referido, por primera vez, entre el atardecer y la medianoche de un día de verano, en el Bar Ramos de Corrientes y Montevideo.R. P.
Cinta A — lado i
Estoy seguro que él nunca le dijo: “Tenés que acostarte con Ordóñez”. Quiero decir: nunca se lo dijo así, brutalmente. Fue más bien una maniobra por control remoto que al final se le escapó de las manos. Una especie de bumerang: lo tirás como sin ganas y por casualidad para un lado y si no te agachás te corta la cabeza.
Vos tendrías que conocerla para dartecuenta: es del tipo de las trágicas, de las apasionadas. Cuando elige un papel ya no para: si es posible de mártir o de puta o de enfermera en el Congo. Cualquier cosa, pero con heroísmo. Con ráfagas de ametralladora y heridos tirados por el suelo. O muchacha que se acuesta con peronista para salvar la Patria mientras cae el telón y los de la banda le dan con todo a la marcha de San Lorenzo. Cuando yo la conocí se le había dado por cambiarse el nombre. Hasta ese entonces se había llamado Marta o Luisa, algo por el estilo, pero lo encontraba demasiado vulgar. Al principio estaba un poco desorientada. A los dos meses había pasado por Ligeia, por Lola y andaba en Delfina mientras leía la vida de Pancho Ramírez.
Dos años después, cuando volví a encontrarla, todavía no se habíadecidido.
Supongo que él le habrá tomado el tiempo a los diez minutos de conocerla. Cuando descubrió la posibilidad la fue encauzando, seduriendo de a poco: la metió en dos o tres reuniones con distribución de armas, Himno Nacional y nombres cifrados y al final la embaló en el papel de Mata-Hari nacional.
Todo pasaba en julio o agosto del 55, unos días la revolución. Yo no creo que ellaentendiera mucho de Comandos Civiles, de Cristo Vence y esas cosas, pero le encantaba el misterio, el peligro, la furtividad con que venía empaquetado el asunto.
Al principio se reunían con ella por Palermo, sin bajarse del auto, dando vueltas al lago con la luz apagada y hablándole en voz baja hasta dejarla hecha una seda, convencida de todo.
La engatusaban con la puesta en escena,pobrecita, ella que en el fondo siempre quiso ser Eva Perón.
Seguro pensaba en la Revolución Francesa, en el desfile por Santa Fe después de la Bastilla, todos en el capó del auto, levantando las metralletas mientras de las ventanas llueven flores y el viento agita las banderas y todos cantan.
Por supuesto, cuando vino la revolución y el desfile ella no se contaba entre los asistentes,sino estudiando gramática francesa en la Alianza porque quería irse a Europa.
Eso después.
En aquel tiempo pensaba todo el día en la Liberación y ensayaba, sin darse cuenta, el tipo gorro frigio y ojos llameantes. Estaba tan llena de literatura que, vos no te hacés una idea. Por eso me da bronca pensar cómo lo usaron. la usaron. Cuando me lo contó, estuve a punto de denunciarlos,mandarlos presos, pero no tenía sentido y además ya se olfateaba la revolución en el aire. Por otra parte eran inofensivos: chicos de la FUBA, vos te das cuenta, mareados por las crónicas de la Resistencia Francesa, los maquis peleando contra la Gestapo, cosa así.
Cinta A — lado ii
Vos no me vas a creer. Parece mentira, sabés: el modo como los conocí, todo. Me hace acordar a algo, a una...
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