Matabestias

Páginas: 424 (105819 palabras) Publicado: 22 de abril de 2013
Annotation

Un segundo antes del impacto, el
Matador se movió. Lanzó un tajo con el
hacha, un golpe rápido e irresistible que
impacto en las patas del corcel del
Caos. La bestia se derrumbó mientras la
sangre manaba a borbotones de sus
extremidades hendidas. El jinete dio un
salto mortal desde la silla y resbaló por
la tierra apisonada hasta ir a parar a los
pies de Félix con elestruendo de un
terremoto que sacudiera la tienda de un
quincallero.
Las nubes de tormenta cubren el cielo en

torno a la gélida ciudad de Praga cuando
las inmundas hordas del Caos ponen
cerco a las tierras septentrionales de
Kislev. Sólo Gotrek Gurnisson, un
Matador enano que busca la muerte, y su
compañero humano, Félix Jaeger, se
interponen entre la antigua ciudad y las
fuerzas del Caosen esta entrega de la
épica saga.

«Nuestra batalla con el dragón
Skjalandir me dejó incapacitado durante
muchos días. Los acontecimientos de las
peculiares pocas semanas que siguieron
son vagos, ¡gracias a los dioses! Sé que
le llevamos a la Zarina de Kislev la

noticia de la llegada de la horda del
Caos, y sé que continuamos vuelo hasta
la ciudad de Praag, donde mis
compañeros ysus compatriotas enanos
pensaban que hallarían la muerte. Sé que
fuimos bien recibidos en la Ciudad de
los Héroes, por el duque en persona, el
cual resultó ser un primo lejano de mi
hermosa compañera Ulrika. De los
detalles de todo esto, sin embargo,
recuerdo muy poco; probablemente,
porque pasaron a un segundo plano de
mi memoria a causa de los apocalípticos
acontecimientos
quevendrían a
continuación.
»Lo que sucedió en las semanas
siguientes me sumió en nuevas

profundidades
de
horror
y
desesperación. En toda mi larga y triste
carrera como cronista del Matatrolls,
pocas veces me he hallado en lugares
tan desesperanzadores. Incluso hoy me
estremezco al recordar la locura y el
torbellino
de
aquellos
días
espantosos...»
FÉLIX JAEGER, "Mis viajes con
Gotrek",vol. IV
Impreso en Altdorf, 2505

Capítulo 1
Félix Jaeger miró hacia el norte desde la
torre de la puerta, que se alzaba sobre la
muralla exterior de Praag. Como para
tranquilizarse, tenía las manos apoyadas
sobre la cabeza tallada de una de las
enormes esculturas que daban nombre a
la Puerta de las Gárgolas. Desde aquel
alto punto de observación podía ver con
claridad a varias leguasde distancia.
Sólo la larga curva serpenteante del río
que se alejaba hacia el oeste rompía la
monotonía de las interminables llanuras
que rodeaban la ciudad.
A lo lejos veía humo de poblados en

llamas. Cada vez los ataques eran más
cercanos y, en menos de un día,
alcanzarían la ciudad. Se estremeció y
envolvió apretadamente su cuerpo alto y
delgado con la gastada capa roja,
aunquetodavía no hacía frío. A decir
verdad, hacía un calor poco natural.
Aquellos últimos días de otoño habían
sido más cálidos en Kislev que muchos
de verano en su tierra natal, el Imperio.
Era la primera vez en su vida que había
rezado para que comenzaran las nieves.
El invierno allí resultaba mortífero, un
aliado incansable que mataba a los
enemigos de Kislev, o al menos eso
afirmaban sushabitantes. El Señor
Invierno era su más grandioso general;

valía por una legión de hombres
armados. Se preguntó si viviría lo
suficiente como para ver la llegada de
esa estación. Tal vez, incluso el Señor
Invierno resultase impotente contra los
guerreros del Caos y su magia maléfica.
Los guerreros del ejército que avanzaba
hacia ellos no eran meros mortales, sino
adoradores del Caosrecién salidos de
los Desiertos. De todas las estupideces
que había hecho durante su carrera como
compañero de Gotrek Gurnisson,
posiblemente la peor había sido ponerse
en el camino de los ejércitos de los
Poderes Siniestros.
Félix apenas se había recuperado de las
heridas que sufrió en la batalla contra el

dragón Skjalandir y el ejército orco que
intentó apoderarse del tesoro de...
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