Matar un Elefante

Páginas: 13 (3122 palabras) Publicado: 25 de agosto de 2015
Matar un Elefante- Orwell.
En Moulmein, en la Baja Birmania, mucha gente me odiaba: es la única vez en mi vida que he tenido la importancia suficiente para que esto me ocurra. Yo era oficial de policía subdivisional del pueblo y, de una manera vaga y pequeña, reinaba un sentimiento antieuropeo muy amargo. Nadie tenía el valor de iniciar una revuelta, pero si una mujer europea pasaba sola por losbazares era probable que alguien le escupiera jugo de betel sobre el vestido. Como oficial de policía, yo ofrecía un blanco obvio y me molestaban cada vez que parecía que podían hacerlo sin peligro. Cuando un ágil birmano me hizo una zancadilla en la cancha de fútbol y el árbitro (otro birmano) miró hacia otro lado, la multitud chilló con una risa horrible.
Esto ocurrió más de una vez. Porúltimo, las burlonas caras amarillas de los jóvenes que me salían al encuentro en todas partes, los insultos que se me gritaban cuando me encontraba a una distancia prudente, terminaron por alterarme los nervios. Los jóvenes sacerdotes budistas eran los peores de todos. Había varios miles en el pueblo y ninguno, al parecer, tenía nada que hacer sino pararse en las esquinas y burlarse de los europeos.Todo esto causaba perplejidad y desazón. Porque en esa época yo ya había resuelto que el imperialismo era una cosa mala y que cuanto antes dejara mi puesto y saliera de allí, mejor. En teoría, y en secreto, por cierto, yo estaba por entero de parte de los birmanos y por entero en contra de sus opresores, los británicos. En cuanto a mi trabajo, lo aborrecía con más amargura que la que tal vez puedaexpresar. En un trabajo semejante se ve de cerca la puerca labor del Imperio. Los míseros presos acurrucados en las jaulas hediondas de los calabozos, las caras grises, acobardadas, de los reos de mucho tiempo, las cicatrices en las nalgas de los hombres a quienes habían azotado con cañas de bambú, todo ello me oprimía con un intolerable sentido de culpa. Pero no podía ver nada en su perspectiva.Era joven y poco educado y había tenido que rumiar mis problemas en el silencio absoluto que se le impone a todo inglés en el Oriente. Ni siquiera sabía que el Imperio Británico agoniza, menos aún que era harto mejor que los imperios jóvenes que van a suplantarlo. Todo lo que sabía era que estaba atrapado entre mi odio hacia el imperio al cual servía y mi ira contra las bestezuelas malignas quetrataban de hacer imposible mi trabajo. Con una parte de la mente pensaba en el gobierno británico como una tiranía inquebrantable, como algo atornillado fuertemente, in sécula seculorum, sobre la voluntad de pueblos postrados; con otra parte pensaba que la mayor delicia del mundo sería hundir una bayoneta en las entrañas de un sacerdote budista. Semejantes sentimientos son subproductos normales delimperialismo; pregúntenle a cualquier funcionario anglo-indio, si logran pillarlo fuera de servicio.
Un día ocurrió algo que de manera indirecta resultó revelador. Fue un incidente minúsculo en sí, pero me dio un atisbo, como no lo había tenido antes, de la verdadera índole del imperialismo, de los verdaderos motivos por los cuales actúan los gobiernos despóticos. Una mañana, muy temprano, me llamópor teléfono un subinspector de una estación de policía al otro extremo del pueblo y me dijo que un elefante estaba haciendo destrozos en el bazar. ¿Podría yo ir, por favor, y hacer algo al respecto? Yo no sabía qué cosa podría hacer, pero quise ver lo que estaba ocurriendo; me monté en un caballo y salí. Llevé mi fusil, un Winchester .44 antiguo, demasiado chico para matar un elefante, peropensé que el ruido podría resultar útil in terrorem. Diversos birmanos me detuvieron en el camino y me contaron las fechorías del elefante. No era un elefante salvaje, por supuesto, sino uno manso atacado de "must". Lo habían encadenado, como se hace siempre con los elefantes mansos cuando les toca su ataque de "must", pero la noche anterior había roto la cadena y se había escapado. Su mahut, la...
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