Mauricio Cortés (fragmento)

Las cortinas entreabiertas, algún mísero rayo de luz alumbra un segmento de la mesa donde los hielos de un olvidado whiskey humedece la superficie. La servilleta, que en algún momento brindó su porosidad al divino líquido, se había convertido en una masa amorfa embestida por el sudor de un cristal somnífero. A un costado se explayaba un cenicero que guardaba viejas caricias, bocanadas demadrugada, recuerdos fatales y una partida de ajedrez en pleno desarrollo. Un cigarrillo se balanceaba entre su muerte y su esplendor.

Tengo la sensación de que la habitación poseía una nubosidad particular, ahora pienso que se debía al humo del cigarro o, tal vez, mi vista comenzaba a cansarse después de tanto movimiento, de tanta analogía física entorno a un juego que convence a mis dedos de seguirtomando piezas y moverlas al azahar –pretendiendo tener una coartada en mente-. El ajedrez es un juego de suerte, a pesar de que se piense lo contrario. La suerte de quien lo juega, la suerte de empequeñecerse y colarse entre diminutos –ahora gigantescos- peones. Muy en el fondo, detrás de nueve protectores de movimientos simples, se irgue una nobleza de seria fachada. Ella se desenvuelve comocualquier mujer que enamora: libre, fuerte y fatal. En él está la derrota, el eterno y viciado movimiento de uno en uno. No se confunda esto con seguridad de paso a paso; es inutilidad y deseo de ser mediocre. Su importancia dentro del tablero es semejante a su incapacidad de desarrollar una lógica capaz proteger, como suele pensarse que debe ser, a la reina de la cuadrícula. El movimiento de estevástago es la versión más simple y reducida de aquella majestuosa tiara de desplazamientos vertiginosos y temibles. Ellos son los protagonistas de un veneno vertido sobre un tablero. Provocan el olvido del whiskey y de un cigarro que ahora ha muerto, ansiando el último roce de labios rugosos y secos, ¡Qué más da!

–Jaque.
–¿Mate?

La humillación de preguntarle a tu contrincante si te havencido enteramente, o si es acaso una de las mil puñaladas que estás próximo a experimentar es una de las primeras tretas que absorbe tu cerebro durante la partida. Las únicas maneras de borrar el peligro que asecha al viejo noble son tres: capturar al posible asesino, interponer una osada pieza o, por último, emprender la huida.
Normalmente, el primer jaque puede otorgarte la ventaja, pero habrá queser cuidadosos para mantenerla. El contrincante suele huir pensando solamente en su rey, abandonando a sus lacayos en el campo de batalla, indefensos ante la mutilación enemiga.

–Acá están más seguros. –decía.

Por arte de magia –o estúpida devoción- colocó a sus caballos frente a los peones. En el movimiento dos adelante y uno a la izquierda, lo mismo con el segundo corcel, pero esta vezel último movimiento se inclinaba rítmicamente a la diestra. Ambos se erguían frente a mi, como destructores de una realidad vasta que se tiende ante un entramado cuadriculado: blanco, negro, blanco negro –si se avanza de forma vertical u horizontal-. Negro, negro, negro –si el movimiento es diagonal- en fin. Imaginé a su caballos en una batalla real. Ningún estratega mandaría a tan bellosanimales frente a una horda de caníbales. Ambos sabíamos que la carne de cañón debe caer primero, el cuero quemado de su rostro termina viendo al cielo o a la tierra, nunca más al horizonte. Ahora mi ejército se enfrentaba al de él, los resquicios de una infancia problemática se colaban en los movimientos. La habitación se convertía en un espacio vacío, en el que solo imperaban vagas remembranzas. Elsol había perdido su fuerza, se concentraba en el útero de la noche.

A él lo conocí desde que nació, fuimos testigos de las mismas vivencias. Llegó un momento en el que tomamos caminos distintos, pero henos aquí, frente a frente, en el mismo sitio, buscando la misma victoria incierta. Comenzamos como en el tablero, iguales uno al otro, pero tenía que haber algo distinto: nuestra reina. La...