mayas
Decir ahora , que el movimiento estudiantil del 68 representa el parteaguas de la historia reciente de México es una perogrullada, y sinembargo así es, fundamentalmente por los sucesos del 2 de octubre en los que se dio fin a las demandas de justicia de los estudiantes. A partir de ese día, México fue otro país. Otro, porque se cerraronlos conductos de libertad;otro, porque la sociedad quedó herida, lacerada, con el asesinato de su juventud;otro, porque nunca pudimos saber la verdad, el origen de las decisiones del gobierno, ytuvimos que conformarnos con declaraciones vanas que,mientras llorában a los muertos, hablaban de salvaguardar a las instituciones.
Pero por encima de las facciones y sus candidatos, y de todo elproceso político, emerge la sombría figura del Caudillo. Si bien su presencia explícita sólo ocurre durante las dos conversaciones que sostiene con Aguirre, el Caudillo parece encontrarse encima y detrásde todos los eventos sucedidos a lo largo de la trama. La fortaleza de su imagen se establece desde la misma descripción del personaje: “El Caudillo […] lo envolvía en su mirada a tiempo seria yrisueña, impenetrable e irónica. […] El Caudillo tenía unos soberbios ojos de tigre…” (1989, p. 47). Lo mismo ocurre con el retrato de su expresión oral, caracterizada por una “seguridad fácil y dominadoracon que el Caudillo sabía recordar a sus oyentes que él era el vencedor de mil batallas, todo duro y cortante…” (1989, p. 50). Su mirada y sus palabras son el reflejo del poder, del hábito de mandar yde la esperada sumisión de sus seguidores.
Su omnipresencia a lo largo de toda la trama pareciera simbolizar a una figura supra-humana que dirige desde las alturas la batuta política: el Caudilloes el “gran maestro en el juego político y juez de las ambiciones ajenas” (1989, p. 57). Su presencia también se manifiesta en las acciones y decisiones de otros personajes. La conducción dubitativa...
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