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Leo en el diario El País, de 21 de agosto, en un artículo titulado Sesión de tarde con Franco, que el dictador era un gran aficionado al cine y que varios días a la semana (un promedio de dos y ensesiones vespertinas) improvisaba un pequeño cine en su residencia en El Pardo. De lejos le venía al tirano su pasión por el cine. Se rumoreaba que había ejercido de crítico, con seudónimo, en alguna revista militar. También es sabido que en la película Raza, esa infumable exaltación a la España y al espíritu franquista, el argumento era obra de un tal Jaime de Andrade, que no era otro sino elmismísimo dictador. En el mismo artículo de El País, que firma Carles Geli, se insinúa queOrson Welles habría llegado a ver alguna película casera de dibujos animados realizada por el cinéfilo general.
Soy de la opinión de que, en gran parte, uno es las películas que ha visto. La elección de unas determinadas cintas, y no de otras, dice mucho sobre nosotros, sobre nuestra forma de ser. Si estoes así, ¿qué tipo de filmes ve un dictador? O, más concretamente, ¿qué tipo de películas vería nuestro particular dictador? Por lo que dice el artículo, aparte de los inevitables documentales del NO-DO (que todos los que tenemos cierta edad vimos, obligados, cuando también acudíamos al cine), al general le molaba el cine de Hollywood, como al pueblo llano, vaya. Algo normal teniendo en cuenta quepor aquellos tiempos, y dadas las circunstancias de aislamiento en que vivíamos, tampoco había mucho donde elegir. A lo largo de sus últimos 30 años (que, casualidades de la vida, son también los últimos 30 años de dictadura en España) se zampó la nada despreciable cifra de más de 2.000 películas. Cine comercial, en su mayoría, con profusión de comedias, westerns y pelis de aventuras,presumiblemente mucho cine bélico; evadirse en una palabra, escapar de la gris realidad del país a la que él mismo había conducido. No vio mucho cine de autor, algo razonable teniendo en cuenta que ese cine no es accesible a todo el mundo; tan sólo El manantial de la doncella, de Bergman; Las noches de Cabiria, de Fellini; El mensajero, de Joseph Losey; El gatopardo y Luis II de Baviera, de Visconti, yRashomon, de Kurosawa. Imposible saber si se quedó dormido durante alguna de estas proyecciones. Me parece lógico que nuestro pequeño sátrapa viera pocas películas de autor, es más, no debería haber visto ninguna. Franco, que no era ningún tonto, era consciente de todo el poder subversivo oculto bajo la apariencia inocente de ese tipo de cine. Un filme que pueda hacer pensar, hacer sentir, es altamentepeligroso, no ya para una nación (que no tenía acceso, ni de coña, a él) sino incluso para el propio dictador, que ha de velar por las almas (subyugadas) de sus compatriotas, y que ha de procurar, por tanto, que sus certezas sean las adecuadas y, a poder ser, inamovibles.
Nuestro general no vio ninguna película rusa (por motivos obvios) y unas 500 españolas. Se sospecha que entre tanta...
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