Memorias
En el comedor Betania unos 380 chicos tiene su ración de comida y Edgardo recibe el mejor alimento: el cariño de los pibes. “Tuve que intervenir porquecuando me robaron ya querían ir a buscar a los asaltantes y hacer justicia. Me opuse. De lo que el barrio está cansado es de quienes quieren meter la droga. Cuando la Policía interviene, atrás va la gente y les destroza la casilla o la quema”, relata Edgardo y agrega que “me cansa un poco que el barrio sea noticia sólo en las páginas policiales. Hay un montón de cosas positivas que se hacen, aquíhay milagros todos los días: tenemos la orquesta donde más de doscientos chicos de la villa hacen música; o los dos chicos y dos chicas que el año pasado viajaron a España, al Campamento por la Paz que organizó la UNESCO en Barcelona; otros jóvenes que desde el año pasado estudian música en la facultad; también funciona un taller industrial, un hogar diurno, una casa para jóvenes, talleres de oficioy espacios destinados al apoyo escolar y a la alfabetización. Es decir, son pequeñas cosas que hacen que no necesitamos tanta policía, que a veces arman grupos poderosos y llevan a los chicos a ser usados para otras cosas”.
Montaldo llegó en el año 68 con sotana, y al tiempo se dio cuenta que no la necesitaba. A comienzos de los 70 estuvo marcado por las palabras del padre Arturo Paoli, unsacerdote que le dio clases de teología, y a quien en los años del Proceso militar lo echaron y terminó trabajando en una favela de Brasil. “En los comienzos de los años 70, cuando a las villas de emergencia íbamos muchos salesianos, aquí el ex obispo (Guillermo) Bolatti se oponía y quedé solo en el barrio. Paoli nos contó que tres monjitas se habían ido a trabajar al Chaco y habían escrito uncuaderno con las actividades de cada día, los horarios, etc. Paoli les dijo que ese cuaderno no lo lleven: «vayan allá a tomar mate con la gente y van a ser ellos los que le van a decir qué tienen que hacer. Escuchar a la gente. Cuando yo vine aquí, no tenía ningún proyecto, ni ningún taller de nada, fue la necesidad de la gente la que fue marcando el camino”.
El padre Edgardo fue haciendo susanotaciones, su cuaderno de bitácora, sus experiencias volcadas al papel están próximas a ingresar a la imprenta: “Sueños y Mates”, así se llama el trabajo, una recopilación de historias que hacen del barrio Ludueña un lugar digno de vivir. “El evangelio y la palabra de Dios se tradujo entre mates y sueños; así logramos una escuela, un comedor, la hermosa música que los chicos tocan con sus violines”,agrega. Detrás de los muros del Arzobispado, en Córdoba y España, siempre cuestionaron su obra. “Siempre me han llamado para domesticarme y no pudieron, a mí no me gustan los escritorios, me gusta estar con las necesidades de la gente. Mollaghan fue el único obispo que me llamó, no para lavarme la cabeza como lo querían hacer los anteriores, sino que me llamó —incluso vino un día al barrio y no nos...
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