Mensaje De Eva Per N A La Mujer Argentina
Mujeres de mi país, compañeras:
Creo que hablamos ya un mismo lenguaje de fe, y abrigamos una misma esperanza de
superación para el futuro de nuestra patria. Creo que estamos cada jornada más
juntas, más íntimamente ligadas con nuestro destino paralelo. Creo que, día a día, aquí
y allá, en las fábricas, o en los surcos, en los hogares o en las aulas, se acrecienta esa
fuerza de atracción que nos reúne en un inmenso bloque de mujeres, con iguales
aspiraciones y con parejas inquietudes. Creo que, al fin, hemos adquirido el claro
concepto de que no estamos solas, ni aisladas, sino por el contrario, solidarias y unidas
alrededor de una bandera común de combate.
Sé quiénes me oyen
Conozco a todas y a cada una de mis compañeras. Te conozco a ti, la que reveló el
taller en toda su magnífica fuerza de mujer de voluntad. Sé tus luchas, sé tus
reacciones, sé tus sueños.
Me gustó que entendieras el lenguaje de la nueva justicia social que ganaba a los
hombres, y que, ardientemente, la aplicaras a tu grupo. Te conozco también a ti, la
"descamisada"del 17 de Octubre, la mujer de la reacción de un pueblo que no quiso
claudicar, ni entregarse. Te observé en las calles. Seguí tu inquietud. Vibré contigo,
porque mi lucha, es también la lucha del corazón de la mujer que en los momentos de
apremio, está junto a su hombre y su hijo, defendiendo lo entrañable.
Sí, defendiendo la mesa familiar, y el derecho a un destino menos duro. Defendiendo
en resumen, todo aquello que la mujer tiene el deber de defender: su sangre, su pan,
su techo, sus sueños.
Te conozco también a ti, la alejada en distancia, pero no en sentimiento, la mujer de
nuestras chacras y pueblos del interior.
Tú también tienes tu parte, y mereces defenderla. Tú también supiste alentar a tu
gente, y el resultado de tu largo y glorioso sacrificio, es ahora la noción de vivir en la
protección de leyes de trabajo que han remozado tu corazón y tu rancho. Tú también
tenías el derecho a la sonrisa, como cualquiera de las mujeres que en esta tierra
opulenta, supieron arrostrarlo todo, siempre y en todo instante. Conozco a mis compañeras, sí. Yo misma soy pueblo. Los latidos de esa masa que
sufre, trabaja y sueña, son los míos.
No olvido mis deberes de mujer Argentina
Así como el destino me hizo ser la esposa de General Perón, vuestro presidente, me
hizo también adquirir la noción paralela de lo significa ser la esposa del Coronel Perón,
el luchador social. No se podía ser la mujer del presidente de los argentinos, dejando
de ser la mujer del primer trabajador argentino. No se podía ser la mujer del presidente
de los argentinos, dejando de ser la mujer del primer trabajador argentino. No se podía
llegar al encumbrado e inútil sitial de esposa del General Perón, olvidando el puesto de
tesón, y de lucha, de esposa del antiguo Coronel Perón, el defensor de los
"descamisados".
Me lo hubieran permitido el protocolo, las costumbres de nuestro país, la línea del
menor esfuerzo, la inercia, la vanidad, la satisfacción, el prurito de ignorar estando
arriba, aquello que está abajo, fuera de la pupila. Nadie me hubiera recriminado ser solamente la esposa del general Perón, confundiendo mis deberes sociales. Pero me lo
hubiese impedido el corazón. Me lo hubiese impedido el ejemplo de una conducta
inflexible. Me lo hubiese recriminado, diariamente, esa pasión de trabajo, esa fe
iluminada, y esa permanente inquietud por su pueblo, que caracteriza al General
Perón. Por eso, estoy con vosotras. Por eso, seguiré ...
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