Mercado Negro de Bebe- Christman Elizabeth (Resumen)






Elizabeth Christman
Mercado Negro
De Bebés














Circulo de lectores





Título del original inglés: A nice italian girl
Traducción: Horacio González Trejo
Cubierta: Manel Grases

Ediciones Nacionales Edición no abreviada
Círculo de Lectores Licencia editorial para Círculo de Lectores
Edinal Ltda. por cortesía de Ediciones MartínezRoca Calle 57, 6—35, Bogotá Queda prohibida su venta a toda persona
que no pertenezca a Círculo
©Elizabeth Christman, 1976
©Ediciones Martínez Roca, S. A., 1979
Impreso y encuadernado por
Printer Colombiana
Carretera 63, 18-36
Bogotá, 1980
Printer in Colombia

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el primer día de clase de su tercer año en el Hardesty College, Anne Macarino abrió un nuevocua­derno y se dispuso a tomar notas sobre los objetivos y planes del curso de literatura inglesa moderna. Mientras el profesor repartía el programa de estu­dios, la muchacha contempló al alumno sentado en el asiento de delante. Tenía la espalda más hermosa que ella había visto en su vida. Llevaba una camisa a rayas azules y blancas lo bastante transparente para de­jar ver que no llevaba nada debajo. Sushombros anchos se curvaban hasta el largo cuello y la afilada mandíbula, de la cual Anne sólo divisaba el borde. Su cabello rubio oscuro, espeso y ligeramente rizado, le cubría la cabeza como un ancho casco hasta caer sobre su cuello. Anne apreció el tono bronceado de su piel y se fijó en los pies, apenas cubiertos por las sandalias. Se inclinó tanto como pudo hacia un lado a fin de ver algo másdel perfil de su condiscípulo. Distinguió la suave curva de la meji­lla, que se arqueaba del pómulo a la barbilla.
Cuando el profesor pasó lista, el muchacho respon­dió al primer nombre: Stephen Albright. Anne sonrió para sus adentros. Albright. Precisamente el nombre que habría elegido para él Henry James.
A medida que el profesor recitaba los nombres, Ste­phen Albright miraba a su alrededor eidentificaba los rostros. Cuando Anne respondió al suyo, él se volvió y le sonrió cordialmente. Ella notó que el rostro de Stephen era tan hermoso como su espalda: ojos oscuros, cejas pobladas, pómulos anchos y boca grande, en una con­junción de rasgos que le pareció maravillosamente ar­mónica. Anne le devolvió la sonrisa, pero sin esperanzas. Era un placer mirarlo, aunque sabía con toda claridadque ninguna persona como él ocuparía un lugar en su vida. De vez en cuando le sonreiría en clase o la saluda­ría con un movimiento de cabeza cuando se cruzaran en el campus. Tal vez le pidiera sus notas si faltaba a una clase. Pero Anne sabía que nunca bajaría hasta su dormitorio y encontraría a Stephen esperándola. Esos esbeltos atletas rubios nunca eran los acompañantes fortuitos con los que enocasiones coincidía en los pa­seos concertados por alguna amiga. Las voces que hacían preguntas sobre el examen de literatura nunca lle­gaban a ser voces que invitaban a salir la noche del vier­nes o a ir al baile del club de estudiantes.
La vida universitaria se componía de muchos plane­tas distintos, cada uno de los cuales giraba en su propia órbita. Anne podía disfrutar de la contemplación deese bello ser de otro planeta sin sentirse en absoluto pose­siva. Era un ser demasiado remoto para codiciarlo. Se enamoró de él serenamente, desde su asiento, y sólo anheló la dicha de verlo de espaldas todos los martes, miércoles y viernes del curso.
Al día siguiente, Stephen Albright se sentó al lado de Anne.
—¿Te parece interesante?
¡Le dirigía la palabra! ¡La miraba a los ojos con ex­presiónamistosa y divertida!
Anne no logró sostener su mirada más de un se­gundo.
—Sí, interesante. Me gusta.
Aturdida y perpleja, Anne manoseó el cuaderno.
—Me llamo Steve Albright —se presentó—-. Y tú eres Anne Macarino, ¿verdad?
Anne se turbó ligeramente. ¿Acaso él se burlaba de su apellido? En la escuela primaria, había sido un tor­mento para ella. «Eh, Macaroni, ¿dónde está el queso?», se...