Merieu

Páginas: 13 (3200 palabras) Publicado: 14 de abril de 2010
Post-bombum (Alberto Vanasco - 1967)
Ahora las aguas, las olas furiosas venían de pronto y arrasaban la tierra. Entre las palmeras despedazadas, entre restos del gran incendio, sobre el carbón y el hielo, algunos pocos hombres habían encontrado refugio. Muy pocos, apenas tres o cuatro, según podía verse cuando salían de sus escondrijos para atrapar alguna alimaña y volvían a ocultarse casienseguida. El sol asomaba de nuevo, a veces, entre las brumas, pero la lluvia proseguía cayendo inconteniblemente, desde el primer momento, como si ya nunca fuera a dejar de caer. Entre espirales de humo y de tierra, la vida, desorientada, pugnaba por seguir adelante: animales monstruosos, vegetales estrafalarios aparecían sobre el humus calcinado. Uno de los hombres, que había perdido un zapato, searrastró fuera de la caverna y espió. Los otros dos andaban por ahí, detrás de un reptil informe, discutiendo a gritos, porfiando por la presa y tirándose piedras. Eran el que había perdido un ojo y el que había perdido el pelo. Alguien había encendido un fuego que cubría de humo la colina. El que había perdido un zapato se detuvo para matar una nueva especie de ciempiés que dormía sobre una rocay se lo comió. Después estiró el cuello para mirar a lo lejos:
—¡Eh! Vengan, diga —gritó—. Nadie les va a hacer nada. Vengan a calentarse un poco. —Y se paró junto a la fogata.
El calvo se acercó, masticando todavía un pedazo del reptil que había cazado y se agachó al lado del fuego, y así se quedó, en cuclillas, balanceándose torpemente. El tercero, el tuerto, también se fue arrimando y porfin se detuvo pegado a las llamas.
—Ya estamos los tres juntos —dijo ufano el del zapato.
Los otros dos gruñeron. Pasó más de media hora sin que volvieran a hablar. Sus hijos también habían empezado a rondar el lugar. Había uno que parecía un sapo, con el cuerpo hinchado y aplastado contra el suelo. El otro parecía una chica y hacía pensar en un árbol, con el tallo muy fino y crecido, y los dosbrazos como ramas quebradas a los costados. El tercero daba la impresión de ser todavía un feto.
—Tenemos que hacer algo —dijo el que había perdido un zapato.
—¿Hacer qué? —preguntó el que apenas había conservado un ojo.
—Algo, salvar alguna cosa, para ellos —dijo el otro, señalando vagamente a los chicos.
—No hay nada que salvar —dijo el calvo.
Estuvieron en silencio otra hora, oyendotan sólo los graznidos, los bramidos de sus hijos que se empujaban hacia el borde del abismo, se arañaban mutuamente y pugnaban por arrojarse unos a otros al vacío.
—No podemos seguir de esta manera, escondiéndonos y espiándonos todo el tiempo como enemigos —dijo por fin el que no había conservado más que un zapato—. Quedamos solamente nosotros tres, a lo mejor sólo nosotros en toda la tierra,cada uno con un hijo, y algo tenemos que hacer.
—No hay nada que hacer —insistió el que no había conservado más que el cuero cabelludo.
—Les voy a explicar —dijo el del zapato—. Yo pienso que sí. No tenemos nada que hacer y de algún modo hay que pasar el tiempo. Oigan. Entre los tres debemos saber algunas cosas. Podemos anotarlas y ordenarlas, juntar todos nuestros conocimientos para dejárselosa nuestros hijos y a los hijos suyos. Ellos tendrán que empezarlo todo de nuevo y nuestros apuntes pueden servirles de mucho, una especie de enciclopedia, ¿eh, qué les parece? —Los otros, dos gruñeron—. Usted, por ejemplo —le dijo al tuerto—, ¿qué hacía? ¿Cómo se llama? Mi nombre es Antonio Morales. Trabajaba de capataz en el puerto. ¿Usted a qué se dedicaba?
—Yo me llamo Silva —informó el delojo—. Era oficinista.
—¡Ah, oficinista! ¿Vio? —dijo el del zapato. Después los dos miraron al que había perdido el pelo.
—Mi nombre es Anderson. Era encargado de una casa de departamentos. El fuego se está por apagar.
—No, todavía está prendido pero arrímele esas tablas. No tenga miedo. Gracias. ¿Ven? Yo estoy acostumbrado a hacer esto, a mandar, a organizar. Por algo era capataz en el...
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