Messi

Messi, siempre Messi. La oda que tocó en el Santiago Bernabéu es meritoria de repasar una y otra vez. No fue su mejor partido, pero si en el que asentó que la condición de crack no la pierde enningún momento. De arriba a abajo hizo lo que más le gusta: embocar el esférico hasta saciarse y exhibir una versión encomiable que exige un duelo de esta categoría.

Los goles que marcó son solo parte desu proceso evolutivo. Que ahora sea el rey anotador de los Clásicos y haya superado a Di Stéfano, es algo normal, de esperarse, porque esos 21 goles ante el Real Madrid solo son parte del anecdotarioque habrá de atiborrar de récords hasta que cuelgue la camiseta.

A eso acostumbró la Pulga desde hace mucho, por eso ya no sorprende y lo trascendente es ver como un gesto suyo puede significar undosis de extasis para su equipo. Bastaron su sonrisa timida y el abrazo fraternal con los suyos para cambiar a un Barça abatido ante un demoledor equipo como lo fue el Madrid.

Una vez más sacó aflote al Barcelona, como es su linda costumbre apareció para encumbrar la victoria más buscada, las más anhelada, la más importante del campeonato. Y lo confirmó en antes del primer cuarto de hora.Ayer fue el Clásico de Messi y, aunque a los madridistas les duela (me incluyo), el rosarino dio una gran lección que pocos podrán aceptar.

La Pulga recitó una épica heroica. Y no lo hizo a una solavoz, sino coral, pues tuvo como acompañante a su mejor socio cuando de poner a temblar al rival se trata: Andrés Iniesta, el encargado de hacerlo detonar y provocar la combustión del Barça cuando máslo necesitaba. Sí, con un gol a temprana hora.

Ver el triunfo del Barcelona duele porque a todas luces hubo un arbitraje influyente. ¿Pero que culpa tiene Messi de ello?. Ninguna, claro está. No setrata de defenderlo, ni mucho menos, pero si algo está claro es que él solo cumplió con su tarea: ser determinante y perforar las redes del adversario sin importar las condiciones bajo las que se...