metamorfosis para niños



METAMORFOSIS

Prólogo
¿Te imaginas que un día, sin razón alguna, amanecieras convertido en un ser diferente al que eres? Eso le ocurre una mañana a Gregorio Samsa, un agente viajero a quien le preocupa más quedar mal en su trabajo, que los cambios que acaba de sufrir.

La historia la cuenta Franz Kafka (1883-1924), quien en estas páginas narra una historia de amor filial, pero tambiénde soledad y de incomunicación.

El escritor checo presenta los hechos de forma objetiva, para que sea el lector, es decir tú, quien saque sus propias conclusiones del relato, que podría sonar terrorífico o descarnado, pero que no lo es.
La metamorfosis
Gregorio Samsa, tras un sueño intranquilo, despertó una mañana en su cama, convertido en un monstruoso insecto.
Estaba apoyado sobre el durocaparazón de su espalda; su vientre oscuro, surcado por curvadas callosidades, apenas si podía aguantar la colcha, que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo.
Mientras, innumerables y escuálidas patas se agitaban sin concierto.
—¿Qué me habrá sucedido?
No soñaba. Su habitación aparecía como de costumbre; afuera estaba nublado y caían pequeñas gotas.
—¡Ay, Dios! —se dijo.
—¡Qué cansada esmi profesión! Un día sí y otro también de viaje. Siempre pendiente de los enlaces de los trenes; la comida, mala e irregular; las relaciones superficiales, sin corazón.
—Aunque hay vendedores viajeros que se dan vida de reyes. Si yo hiciera lo mismo, estaría ya de patitas en la calle. Renunciaré en cuanto pueda pagar. Sólo me detiene allí la deuda que contrajeron mis padres. ¡Al diablo con todo!—Por ahora tengo que levantarme, pues el tren sale a las cinco.

Miró el despertador Santo Dios! Eran seis y media. El siguiente tren salía a las siete; era preciso darse muchísima prisa. El muestrario no estaba aún empaquetado, y él se sentía indispuesto. Sin embargo, si dijera que estaba enfermo, además de ser muy penoso, infundiría sospechas, en cinco años no había estado mal ni una solavez.
Sin decidirse aún a abandonar el lecho, oyó llamar a la puerta, ubicada junto a la cabecera de la cama. Era su madre.

¡Qué voz más dulce! Gregorio se horrorizó al oír la suya, la de siempre, pero ahora mezclada con un irreprimible y doloroso pitido. Se limitó a expresar: —

Sí, sí. Gracias, madre. Ya me levanto.
Sin notar los cambios en la voz, la madre se tranquilizó con estarespuesta y se retiró.
Luego llegó el padre y, golpeando ligeramente la puerta, preguntó:
—Gregorio, ¡Gregorio! ¿Qué pasa?
Detrás de la otra hoja de la puerta, Grete, la hermana, se lamentaba dulcemente:
—¿Estás bien? ¿Necesitas algo? Por favor, abre.
—Ya estoy listo —respondió con gran lentitud, para disimular su voz.
Lo primero era levantarse, arreglarse y desayunar. Sin duda, la voz era elpreludio de un resfriado mayúsculo.

Arrojar la colcha era sencillo. Bastaría con abombarse un poco. La dificultad estaba en la extraordinaria anchura de Gregorio, quien podría haberse ayudado de los brazos y las manos; pero en vez de éstos tenía ahora innumerables patas en constante agitación y le era imposible manejarlas.
No pudo sacar del lecho la parte inferior del cuerpo. Volteó la cabezahacia el borde del lecho; empezaría por la parte superior. No encontró dificultad; el cuerpo siguió a la cabeza, que quedó colgando en el aire.
Tuvo miedo de caerse; ahora menos que nunca quería perder el sentido.

El principal

Ya tenía Gregorio la mitad del cuerpo fuera de la cama. Faltaba un balanceo más pronunciado para acabar de caer, cuando el reloj marcó las siete y diez minutos.Llamaron a la puerta del piso. “De seguro es alguien del almacén.”
No se equivocó: era el principal en persona.
Gregorio se decidió a arrojarse del lecho.
Desde la habitación contigua, Grete susurró:
—Gregorio, ahí está el principal. —Ya lo sé —contestó en voz baja. —Gregorio —dijo el padre —, el señor principal desea saber por qué no tomaste el primer tren.
—¡Buenos días, señor Samsa! —...