mexico
Mitad del año 1998 en México y un viento llega a romper silencios y a arrancar máscaras.
Después de una larga ypesada seca, las lluvias empiezan a asomar en el horizonte de este país al que sus gobernantes se empeñan en llevar a la catástrofe. Protegido por un rabito de nube, desde el privilegiado y dorado balcónque la mar me ofrece para estos casos, húmedo y atónito veo pasar la mitad del año de 1998 y los últimos estertores de un siglo que se niega a retirarse sin escándalos y atropellos.
Lejos de aquí elMundial de Futbol concentra y convoca sentimientos. El sortilegio que se echa a andar cada que la pelota rueda ha sido bien entendido por dos sudamericanos, el uno para describirlo y el otro paraejercerlo. Eduardo Galeano, el recogedor de esas lluvias cotidianas que algunos llamamos "la historia de abajo", y Diego Armando Maradona, el que usaba el balón para cantar y demostrar que la magia notiene necesariamente que ver con alambiques y fórmulas esotéricas.
Pero desde acá arriba no veo ni a Don Galeano ni a Don Maradona. Tampoco alcanzo a ver al Olivio ejerciendo su vocación deromperredes ("y de cabezas", dice la mar mientras trata de esconder, inútilmente, la tiradora que el Olivio abandonó en su huida, después de descalabrar al Marcelo). Veo, eso sí, a millones de mexicanos en elpapel en el que siempre quisieran verlos los poderosos el de espectadores.
Detenida la historia nacional cada vez que el equipo de futbol mexicano se enfrentaba a otro, los gobernantes de este...
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