Mi eleccion 01 Alguien que no soy Elisabet Bena

Páginas: 454 (113358 palabras) Publicado: 1 de septiembre de 2015
Índice
Portadilla
Índice
Dedicatoria
1. Adiós con el corazón
2. El momento. Ese momento
3. Quien juega con fuego… duerme caliente

4. ¿Qué te está pasando, Alba?
5. Aclarémonos
6. La fiesta
7. En su casa… más
8. Bienvenida a vicio-ville
9. Sábado
10. Empieza la partida
11. Probando
12. En plena madrugada
13. Segundos despertares nunca fueron buenos
14. Lunes
15. Martes
16. Cuánto me apeteces17. Hacer lo raro normal y lo normal raro
18. Integraros en mi vida
19. Instaurando las normas
20. Cosas de chicas
21. Cuéntamelo todo
22. Intimidad
23. El Club
24. Accesorio
25. Sentirlos
26. ¿Y si…?
27. Un, dos, tres…, probando
28. Pequeñas mutaciones

29. Más. Y más
30. Jugando a algo peligroso
31. Una chispa… ¿La adecuada?
32. El problema
33. Quien juega con fuego…
34. Con V de vendettaEpílogo
Agradecimientos
Sobre la autora
Créditos
Para la familia Coqueta.
Sobran las palabras.
1
Adiós con el corazón
Era lunes de buena mañana y yo estaba en la cafetería de la octava planta
tomándome un café y contándole a mi amiga Isa los desastres de mi cita a
ciegas del viernes anterior. Culpa mía, por dejarme convencer por mis
amigas de que un año sin ningún tipo de interactuación con el géneromasculino era demasiado tiempo. Según mi hermana Eva, tienes que tirarte
de vez en cuando a un seis en la escala Richter para conseguir desprender
el aura follaril suficiente como para atraer a un diez. No sé si me explico;
para que yo lo entendiera tuvo que hacerme un diagrama. Teorizar acerca
del sexo y la atracción siempre me pareció bastante extraño, pero como
haciendo las cosas a mi manera no esque la vida me fuera muy
requetebién en ese aspecto…

—¿Cómo pudo ir mal? Pero ¡si era guapo! —se quejó Isa, como si fuese
imposible que un tío físicamente atractivo resultara un inútil redomado.
—Lo primero es que no tengo yo tan claro que fuera tan, tan guapo.
Desde luego él se creía que lo era. No es que fuera un Orco. Pero le faltaba
un palmo. De altura, digo. Bueno, un palmo en general. Y losegundo es
que, chica, llegados a este punto creo que casi ni busco que sea el David de
Miguel Ángel. —Suspiré—. Que me guste, que sea aseadito y sin
enfermedades mentales a poder ser.
Llevaba tres años soltera desde que Carlos y yo decidimos de mutuo
acuerdo que aquella relación no iba a ningún lado. Yo tenía la esperanza de
que en ese momento empezaría de verdad mi vida: veintiséis años ysoltera. El mundo a mis pies, ¿no? Pues no. Desde entonces mi currículo
sentimental se había convertido en una pasarela de sinrazones. Yo pensaba
que había aprendido mucho porque me había acostado con varios hombres
diferentes, pero lo cierto era que a mis veintinueve años no sabía nada; eso
no iba a tardar demasiado en aprenderlo. Ni siquiera tenía idea de lo poco
que sabía.
—Entonces, para que yo meaclare…, ¿qué pasó? —preguntó ella
mientras mojaba con energía tres galletas en su café con leche.
—Que todo fue estupendo, que él me parecía atractivo, que hasta insistió
en pagar la cuenta y que… cuando llegamos a casa…, rasca, mamá.
—¿Cómo que rasca, mamá?
—Que él estaba de lo más entregado y yo estaba allí como el niño del
vídeo «David after dentist». Is this real life?
—¿Tan mal?

—Malhabría significado que allí pasó algo, pero si te soy sincera creo
que debieron de anestesiarme todos los jodidos puntos erógenos del
cuerpo. ¿Sabes ese momento en el que te ves con alguien empujando
encima, te vuelve la lucidez y te dices: «A mí quién me manda…»?
—Eh… —exclamó ella con cara de susto. Isa llevaba con su novio desde
los dieciséis años y no conocía mucho más.
—Sí, ese momento en el quedices: «¡Joder, qué ascazo! ¡Vete a tu
casa!».
—¿¡Lo echaste!?
Tomé un sorbo de café y negué con la cabeza.
—A lo hecho, pecho. Tenía la esperanza de alcanzarlo pero… nada. Que
no. De repente lo tenía gritando como un loco que se corría. Nos enteramos
los que vivíamos en aquella manzana y probablemente todos aquellos
habitantes del distrito de Arganzuela que tuvieran buen oído. Cuando se
fue...
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