Mi Madre

CRÓNICA VIAJERA DE SAN JACINTO BOLIVAR

KATHERYN MELENDEZ SOLANO

Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
ANTONIO MACHADO

Nos recibió San Jacinto con su cara de hamaca grande, ambos lados de la vía se exhibían las distintas artesanías, con sus diseños y colores que competían por la atención de los recién llegados, por otro lado el sol y la temperatura, el cansancio y laexpectación se juntaron y fue así como el breve paso por este bello lugar inició.
Tres horas antes, después de sufrir el tráfico de las seis de la mañana en la avenida circunvalar. Desde la ventanilla del taxi, diviso uno de los terminales de viajes más concurrido por los habitantes de Barranquilla, Malambo y Soledad, ubicado sobre “la treinta” y justo frente al colegio INEM. Allí me embarque en unbus que esperaba sus últimos pasajeros para salir de la ciudad.
* Su pasaje desde quince mil barritas. San Jacinto, El Carmen, Corozal. Full aire, asientos reclinables. Salimos en 10 minutos.
Así finalizaba el discurso, con la sentencia del tiempo restante. En los minutos siguientes, en los que guardaba silencio, el señor de unos cincuenta años, de barriga abultada y ojeras prominentes,caminaba próximo al bus paseando sus manos entre las hojas azules de los tiquetes y sistemáticamente los ofrecía a los transeúntes antes de reanudar el anuncio.
Cuando se viaja solo, la fortuna puede o no sonreírte con el tipo de acompañante furtivo que recibirás en el asiento del al lado, desde el joven encantador, pasando por el padre de familia que no puede evitar los ronquidos, hasta la viejitacon ganas de relatar la vida entera en tres horas de viaje. Por suerte, mi acompañante fue uno de esos escasos viajeros que si problema duerme todo el viaje, sin quejas, ronquidos, arepas de huevo, sin niños fastidiados entre las piernas, entre otras cosas que resulten molestas a un desconocido.
Ya sobre el asfalto, mientras se ven el paisaje cambiar, las casas se alejan y poco a poco loscampos verdes son más frecuentes. Los pequeños caseríos en medio de la nada, tienen su encanto, su silueta se distingue bajo el manto verde y el cielo azul, lucen tranquilos y solitarios.
El chofer se detiene de vez en vez, para recoger algún pasajero que espera sobre la utopista o en su defecto recibir algún vendedor de arepas y buñuelos que deambula con su ponchera metálica cubierta por bolsasplásticas mientras el olor a desayuno se confunde con el viento frio del aire acondicionado. El resto del viaje transcurre sin alteraciones en una concertada tranquilidad entre los desconocidos.
Después de dos minutos viendo casas pasar con sus hamacas colgadas, los chinchorros ubicados y el despliegue de colores y formas, no había duda que había llegado a mi destino, así me recibía San Jacinto.Al bajar del bus los vendedores de artesanías, comida, duces y los moto taxistas, coincidieron para ofrecer cada uno sus servicios. El medio de transporte hasta la plaza resultó ser lo más conveniente.
La plaza, como el patrón repetido en los pueblos, consta de una especie de parque, con bancas, uno que otro juego para niños y puestos comerciales en puntos estratégicos. Entorno a esteespacio, se ubica la iglesia, y las organizaciones importantes, la edificación de la antigua alcaldía, hoy por hoy el museo de San Jacinto y el eje cultural del mismo.
Desde afuera una gran casona blanca con balcones y detalles verdes, un aire colonial se desprende de la edificación. Al ingresar por la puerta principal, desde el fondo la voz imponente de Totó la monpocina me atrajo…
Bonita tu casa e`palma
Bonita tu varazòn
Bonita la que esta adentro que me parte el corazón
Aguacero e` mayo dejalo caer…
Al compás de la canción de la canción un grupo de niñas bailan descalzas, con las manos sobre la cabeza elevando las faldas imaginarias que danzaban, como ellas, la canción. El espectáculo nada ostentoso, pero significativo, me mantuvo absorta, hasta el momento en el que se entremezcló...