Mi nombre es Carlos

Mi nombre es Carlos y tengo 30 años. Vivo porque confío en que pueda hacer algo por la tierra donde han vivido todos esos seres que he estudiado desde pequeño, y tanto comparaba con este mundo tanruin que ha ido formando la sociedad moderna de este nuevo siglo horriblemente transformado.
Escribo esta carta de la forma que escribían mis antepasados, a mano; aquellos antepasados que me contabany me enseñaban cómo cultivar la tierra donde la humanidad apoyaba los pies. Estoy escribiendo esto desde uno de los pocos sitios fértiles que quedan en este planeta. Estoy solo, sin nada ni nadie,completamente solo, ya no me queda nada, solo esta pequeña parcela donde lloro cada noche por todo lo perdido. Este trozo de tierra no contaminada es mi casa ahora, es un sitio que por suerte encontrémientras rebuscaba entre la tierra animales vivos y descubrí unas simple hormigas malheridas, sin rumbo y desesperadas por encontrar el más simple alimento. Ellas me hicieron volver a sentirme vivo.Es dónde cultivo mi alimento con las pocas semillas fértiles que me quedan para poder sobrevivir. Mi vida ya no es nada sin ellas; sin las dos chicas de mi vida. Mi mujer y mi hija murieron de la mismaforma que muchos millones de personas, por causa de esta contaminación tan absurda con la que empezamos muy fuerte y muy rápido, sin atenernos a las consecuencias y sin pensar en lo que podríamoshaber evitado utilizando otro tipo de energías por las que tanto hemos luchado e invertido estos últimos años, cuando veíamos que todo estaba perdido.
Vivo de una forma inaguantable; no solo por elpresente horrible y sin esperanzas de mejora, sino por todos esos imborrables recuerdos que no puedo olvidar ni quiero olvidarlos. Recuerdos imborrables como la desesperación de estar combatiendo día adía de la mano de mi mujer un cáncer producido por la radiación de una de tantas centrales nucleares por las que estábamos rodeados, o por alguno de esos cementerios nucleares que se habían extendido...