mi tarea
En relación con la ciencia, en el mundo hay tres tipos de personas: los que saben que la ciencia está ahí y es importante, aunque no participen de su desarrollo pero tampoco lo obstaculicen (estos son la mayoría); los que hacen ciencia (lamentablemente una minoría); y aquellos que gozan de sus beneficios (como todos los anteriores) y que aún así la consideran unfenómeno intelectual y cultural tan arbitrario como la superstición o el mito (por suerte estos son una gran minoría). A estos últimos, los llamaré aquí los “Parásitos de la Ciencia”
“Es por esto que hay que empezar a enseñar Ciencias Naturales en las Facultades de Humanidades en Colombia”
El primer transistor construido en los Laboratorios Bell en 1947. Muchos “Parásitos de la Ciencia” de hoy habríanseguramente rechazado en su momento la cuantiosa inversión económica destinada a estudiar una tecnología inútil como esta. Hoy la posibilidad que esos mismos parásitos tienen de comunicarse se debe a la ciencia inútil de ese pasado
La ciencia es uno de los proyectos sociales más fascinantes y prolijos en toda la historia de nuestra especie (y posiblemente de la vida en la Tierra como un todo).Con apenas unos siglos de existencia, el pensamiento científico ha reducido a casi cero la mortalidad infantil en casi todo el planeta; nos ha dado la calidad de vida que necesitamos para explorar el Universo (tanto el exterior como el personal); y ha provisto los mecanismos necesarios para mantenernos en contacto con seres humanos en todo el planeta. Entre muchos otros beneficios cotidianos,cuyo origen a veces olvidamos.
Ante la evidente realidad de que la ciencia ha sido parte fundamental del progreso de nuestra especie en los últimos cuatro siglos, no se entiende cómo todavía es posible encontrar a personas, supuestamente “cultas” y educadas, que tienen la osadía intelectual de sugerir que la ciencia, como aproximación al entendimiento del mundo, es tan o más arbitraria que lasuperstición o el mito.
Solo se me ocurre una explicación para este absurdo: la educación científica, si bien es parte de la formación básica de casi todos los seres humanos (por lo menos de los que pueden pasar por una escuela), esta misteriosamente excluida de los programas profesionales de abogados, periodistas, artistas, administradores, entre otras profesiones que en Colombia y en países con undesarrollo similar, llevan las riendas del estado o son los líderes de la opinión pública.
Mientras que los programas de ciencias e ingeniería tienen que incluir por ley una dosis de formación humanística (lo que es absolutamente indispensable para formar profesionales integrales – un ideal, que como todos, no se logra siempre, al menos es mandado por ley), a un estudiante de Derecho, ComunicaciónSocial o Periodismo o a uno de Artes Plásticas o Música, difícilmente se les enseña (y menos por mandato de la ley) principios elementales de biología, física, química o astronomía. Para obtener sus “cartones” ninguno tiene que saber, más allá de lo que aprendió en la secundaria, como se organiza y funciona el mundo en el que viven (la mayoría, si son verdaderamente cultos, lo aprenderán por sucuenta)
Como resultado de esto, algunos importantes políticos, dirigentes y periodistas a duras penas entienden que es la ciencia y en casos extremos (como el documentado abajo) inclusive llegan a renegar de ella. Eso sí, sin dejar por ejemplo de tomarse su “pastillita” matinal para la presión, es decir, de gozar de los beneficios de la ciencia que ignoran.
La semana pasada se publicó en unimportante diario en Colombia una columna de opinión en la que uno de esos profesionales de las humanidades (confieso que desconozco su profesión aunque dudo que se haya graduado de un programa de ciencias naturales) argumentaba como las religiones y sus vicios sociales (muy criticados en estos días en nuestro país) eran tan arbitrarios como los de la “sacrosanta” ciencia. En un reconocido estilo...
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