Mi vida en prision

Páginas: 9 (2198 palabras) Publicado: 26 de junio de 2015
Mi vida en prisión: la otra muerte.
Por Daniel Molina

Nací muerto. Eran los 50 y mi madre fue fumando a la sala de parto. Al salir del útero no respiraba y no lograron reanimarme. Me descartaron. Por suerte, una tía estaba terminando su residencia en el mismo hospital y pasó por el quirófano. No sé qué método heterodoxo aplicó sobre mi cuerpo sin vida , pero logró que yo llorase: los pulmonescomenzaron a funcionar. En las primeras horas de vida fui tan horrible que cuando me llevaron para que mi madre me conociera, sus primeras palabras fueron: “¿Eso es mi hijo?” .
La heterodoxia y la muerte, que fueron mis nodrizas, no me han abandonado nunca. Mi padre se suicidó cuando yo tenía 9 años y mi madre murió hace más de tres décadas. Me cuesta recordar qué se sentía ser hijo. Siento quesiempre fui huérfano . Mi primer amigo del primario murió durante la epidemia de poliomielitis. Muchos de mis compañeros del secundario fueron secuestrados y asesinados en los 70. En los 80, durante la primera etapa democrática, el sida se llevó a decenas de conocidos y amantes. Ahora ya nos vamos muriendo de viejos.
Hay una experiencia que se parece a la muerte. Es la prisión. Más que la vida en lacárcel, lo mortuorio es el hecho de ir preso: significa un quiebre radical con la vida.
Ese instante es eterno. Es el momento perpetuo en el que se tiene la certeza de haber perdido, tal vez para siempre, la libertad, la dignidad, todo. Ese instante es la muerte. Literalmente. Empecé a morir en las cárceles de la dictadura, de nuevo, cuando tenía 20 años. Fui a prisión a la una de la mañana del 23de noviembre de 1974.
Estaba haciendo el servicio militar y clandestinamente participaba en el PRT-ERP. Jamás había realizado una acción violenta, pero formaba parte de su estructura política. Un soldado de otra unidad me nombró al ser torturado. Se lo acusaba de un delito que no había cometido. Por esa comedia de equívocos terminamos en prisión ocho soldados: fuimos presos por un delitoinexistente, pero en el camino nos acusaron por militar en un grupo en el que sí militábamos y que en ese momento estaba prohibido. Nos condenó un Tribunal Militar, aunque la Corte Suprema de la democracia desechó el juicio. Esas son argucias legales. Lo importante es que mi vida cambió radicalmente. En el instante en que me detuvieron, todo dejó de suceder. El tiempo, el ruido del mundo: todo se acabó.
Ala medianoche vino a mi cuartel un móvil de inteligencia militar y pidió hablar con el oficial de guardia. Yo fui el encargado de acompañarlo hasta esa oficina. Inventaron una misión nocturna y me ordenaron que acompañara al oficial de inteligencia a los cuarteles de Palermo. Iba en la camioneta militar, rodeado de hombres armados que me miraban raro. Todos en un silencio absoluto. Miraba lascalles como si nunca más volviera a verlas. De alguna manera extraña ya estaba aprendiendo a vivir sin vida.
Intentar dar cuenta de la cárcel es una empresa imposible. Si no lo lograron Primo Levi ni Solzhenitsyn ni Genet ni Wilde menos lograré yo dar cuenta de una experiencia que es en sí misma inefable. La gente que no estuvo presa cree que libros tan maravillosamente poéticos y trágicos como Siesto es un hombre o Diario de un ladrón dan cuenta de la vida en prisión. No es así. No llegan al núcleo candente de la experiencia. Justamente porque no hay vida en la prisión: es una forma de morir. Yo trataré apenas de dar testimonio.
Cuando llegamos a la compañía de la Policía Militar me temblaba el alma. Supe que había perdido todo y sólo me quedaba aceptarlo. Me introdujeron con violencia enun edificio que está cerca del portón de entrada.
Se me secó la garganta y no pude ni gritar. Los treinta metros del pasillo que conducía a la cámara a la que me llevaban los recorrí casi en el aire, elevado del suelo por las patadas y trompadas. Todavía no lo sabía, pero esos golpes eran las últimas caricias que me daba la vida.
De todas las torturas que padecí, la que más sufrí fue la privación...
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