Micarrera Maratoniana De 1.200 Metros
años, un momento así no se puede olvidar nunca.
Pasó durante unas vacaciones en la casa de la abuela de miamiga Emma, en un pueblo
de montaña.
Enseguida me encantó aquel lugar, que olía a eternidad, y el grupo de chicos con quien
salíamos. Pero sólo uno me había llamado la atención: Edouard.
La casa dela abuela tenía un jardín precioso y estaba situada justo al lado de un
pequeño río que daba frescura al ambiente veraniego. Enfrente había un campo con hierba de
más de un metro de altura, propiade los lugares donde suele llover mucho. Emma y yo
pasábamos tardes enteras escondidas allí, acostadas, charlando con los chicos, y aplastando la
hierba con el peso de nuestros cuerpos, hinchadospor la pubertad. Por la noche, escalábamos
los muros de la casa para volver a juntarnos con los chicos y flirtear.
Nunca le dije nada a Emma de lo sucedido. Una noche, Edouard me llevó a su casa. Meacuerdo que no sentí nada, sólo una inmensa vergüenza por no haber sangrado, a la vez que
esa extraña sensación de haberme hecho pipí en la cama. Me fui de su casa camuflada por el
ruido de lacadena del baño, de la que había tirado para disimular mis pasos en la escalera.
A Edouard le volví a ver once años más tarde, en París, en una conferencia organizada
en un hotel. Nos encerramos en elbaño de caballeros, intentando vivir de nuevo esa pulsión
que habíamos sentido más de una década antes, quizá por miedo a crecer o por nostalgia. Pero
ya no era lo mismo y, una vez más, el ruido de lacadena del baño público anunció mi salida,
esta vez para siempre, de su vida.
Después de mi primera vez, llegó el sentimiento de culpabilidad, que intenté olvidar o al
menos mitigar repitiendo laexperiencia hasta cumplir la mayoría de edad. No porque tuviera
muchos deseos prematuros, sino más bien porque quería experimentar, por pura curiosidad.
Al principio, achaqué esos impulsos a que...
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