El libro de afrodita La manzana de la discordia El mundo está lleno de dioses, y nadie puede servirlos a todos. Por eso es verdad que el destino de un hombre depende de los dioses que elija, y la mayoría de los relatos actuales afirman que la guerra de Troya empezó con una elección así, cuando una tarde calurosa el héroe troyano Paris fue llamado ante las diosas en lo alto del monte Ida. Losmontes Ideos, que el río Escamandro atraviesa, están a unos quince kilómetros del mar, en la región del reino de Troya conocida como Dardania. Odiseo me aseguró que entre el clan dardanio de los troyanos se daba por aquel entonces un antiguo culto a Afrodita Frigia, y que Paris, uno de sus principales pastores, había crecido en un ambiente colmado del poder de esa seductora diosa. Por eso pareceprobable que se le concediera la visión que lo llevó a su divina presencia durante una prueba de iniciación en la cima del monte Ida. Pero como no está permitido hablar directamente de tales ritos secretos, los bardos hemos de recurrir a la imaginación. Todo comenzó con la intensa sensación de estar siendo observado. Paris levantó la vista desde su meditabundo ensueño y sólo vio su rebaño pastando. Losanimales parecían, si acaso, menos alerta que él. Entonces, por el rabillo del ojo, vislumbró un breve chispazo luminoso. Cuando volvió la cabeza, el destello se desplazó por el aire al otro lado. Perplejo, Paris miró hacia allá y oyó una suave risa. Justo ante él, en la densa sombra de un pino, distinguió la esbelta silueta de un hombre, al principio borrosa. Con un sombrero de ala ancha y unaligera capa que la envolvía formando pliegues, la figura se apoyaba en el tronco del árbol con un pulgar trabado en el cinto y una vara adornada con una cinta blanca en la otra mano. Ladeaba la cabeza con expresión de curiosidad, como sopesando la cara de asombro del pastor. Intuyendo que se hallaba en presencia de un dios, Paris se levantó de un salto. Un águila planeaba aún por el inmaculado azuldel cielo. Ante sí tenía el panorama, tan familiar para él, de la llanura de Troya y los ríos que la riegan, pero era como si hubiera traspasado un umbral de luz para entrar en una región superior de la conciencia, donde todos los sentidos se le alteraban. Hasta el aire le sabía más puro y seco, como si lo hubieran trasportado a más altura. Y entonces el dios Hermes hizo un ademán con su báculo.—Zeus me ha encargado que venga. Tú y yo tenemos que hablar. Y sin dar signo alguno de haberse movido, estaba junto a Paris, sugiriéndole que descansaran en la hierba mientras le explicaba su misión. —En primer lugar —dijo Hermes—, quizá te interese examinar esto—. Y de la bolsa que le colgaba del cinto sacó algo brillante y se lo entregó a Paris, que bajó la mirada al reflejo de luz del sol quedespedía la dorada manzana, ahora en la palma de su mano. Dándole la vuelta, pasó el pulgar por las palabras que tenía inscritas y, estupefacto, volvió a mirar al dios. Hermes sonrió: —Dice «A la más hermosa». Bonito, ¿no? Pues no sabes el lío que ha montado. Es lo que me trae por aquí. ¡Nosotros, los dioses, necesitados de ayuda!, sí, ya lo ves — percibió el desconcertado ceño del joven—. Pero todoesto no te dirá nada si no te cuento primero la historia de Peleo. Es posible, supongo, que todo empezara así, aunque Odiseo siempre insistió en que la guerra de Troya comenzó donde comienzan todas las guerras: en el corazón y en la mente de los mortales. Por entonces había llegado a considerar la guerra como un atroz legado que pasa de generación en generación, y las semillas del conflicto lasveía en los padres de quienes libraron las batallas en aquella llanura expuesta a los vientos. Peleo era uno de esos padres.
El propio Odiseo aún era joven cuando trabó amistad con Peleo, venerado ya desde hacía tiempo por ser una de las almas más nobles de toda una generación de grandes héroes argivos. Había habido también una época en la que Peleo parecía, de entre todos los mortales, el...
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