Mientras estaba seco

Bajo la muchas veces breve vista del sol y entre el raudo movimiento del viento, se erige inmutable Julio Arboleda, en la plaza con nombre suyo, con un leve andar reflejado en la escultura, mientras raciocina sobre el libro en su mano. A veces opacado por su notable vecino, Guillermo Valencia, pero aquella preponderancia es solo producto de una suntuosa casa con su engañoso jardín, porque enrealidad era un establo sucio, la cual solo es visitada en fechas especiales. Mientras Arboleda en su mediano lugar, el cual es casi el patio del Partenón Banco de la República, siendo curioso que el patio se haya construido primero, se convierte por esto en sitio de encuentro y pasó obligado de payaneses en el cual me encontraba observando sus modos de vivir.
Con el clima a favor el emplazamientose encontraba a esa hora levemente atestado en puntos periféricos, determinados por la instalación de una venta de “prácticos” y “útiles” como de “profundos” e “inútiles” libros, de un tradicional kiosco con material escrito nuevo y golosinas, junto al cual es habitual encontrar al fotógrafo cuyos modelos son niños que posan junto a caballos falsos y por más dinero junto a una yama viva.Arboleda al morir fue rodeado por asesinos en montañas de Nariño, como le paso a Sucre, así lo quería, así lo esperaba, así paso, pero ahora solo tiene frente a él cuatro bancas, descansaderos mayoritarios de ancianos y particularmente en ese momento de compañeros míos que al igual que yo observaban. También delante del hay tres árboles, ondulantes en el aire, que particularmente da sombra justa a losviejos, pero la da toda al pequeño muro que da al parque la Herrería, junto al cual hay un angosto desagüe lleno de suciedad.
Yo me encontraba atrás, a un lado de los libros, desde hay podía mirar lo que los ojos de la estatua podrían ver con su mirada perdida hacia el frente por el acto de pensar. Veía pequeños grupos de personas que paseaban por la plaza, como si fuera el atajo entre la carreraséptima y el Banco de la Republica o que atraídas por la literatura y las curiosas ventas de artesanías de hippies, se imantaban en aquel lugar.
Curioso fue ver a un grupo de colegiales bachilleres tomándose fotos en la base de la figura del importante de antaño, vi que nunca le tomaron foto a la estatua en sí, me acorde que escogiendo un lugar de observación, alcancé a leer en la inundadainscripción de la base mencionada “Juancho, Alfonso López lo mejor”, reflexioné, correcta o incorrectamente, sobre lo que para mí era una superficialidad en sus vidas en cuanto a relaciones interpersonales y vacío en conocimiento.
En mi búsqueda del sitio propicio tuve un acercamiento a la canaleta inmunda del murillo, vi que tenía hojas, basura común, colillas de cigarrillo y marihuana, claro que máspequeñas las de la segunda clase, y se percibía un agudo olor a orina, quién sabe de qué procedencia, vagabundos o transeúntes impulcros. Había una especie de grupo muy variable en aquel pequeño muro, digo variable, porque a cada minuto cambiaba sus integrantes, eran jóvenes consumiendo marihuana, porque parece ser que su vida está determinada de alguna forma por el trance mental, era el alcancede este éxtasis psicodélico el que determinaba si se iban o se quedaban, porque en ese estado se alejaban en soledad o con el amigo, al parecer de confianza, hacia la despoblada herrería.
Los viejos en las bancas eran al parecer las personas más constantes en el parque junto con los vendedores, en ellos vi que se sentaban máximo dos en la misma banca y comúnmente lo más separados posible, no sehablaban, ni siquiera se saludaban, ni despedían, pero en dos ocasiones vi como cuando uno se iba el otro también y en la misma dirección, no tenían nada que decirse, de pronto nada que hacer, pero si se ponían de acuerdo, no sé cómo, para retirarse. Un caso especial fue el del señor, no tan mayor y solo en una banca, que con una mirada inquisitiva hacia el empedrado muro lateral de la estatua,...