Mis mundiales
Este artículo sigue el formato del “I Remember…” con el que Joe Brainard,pintor e ilustrador de la Escuela de Nueva York, hizo varios textos y libros.
Recuerdo que el poeta Ausonio, para evitar una alusión directa a la edad nonagenaria del más viejo de su casa, dijo que su padre al morir había cumplido 23 Olimpiadas.
Recuerdo que este verano cumpliré 14 Mundiales. (La muerte me desgasta, incesante.)
Recuerdo que ya sea por motivos futbopáticos o por vilrecurso de memoria, varias cosas de mi vida se me esconderían más fácilmente entre los años si no las ubicara en relación con los Mundiales: suelen ser, ni modo, mis lindes de tiempo.
Recuerdo que me casé el año en que México no fue al Mundial de España 82; tuve a mi primer hijo un año después de México 86; la cirugía más seria que me han hecho fue poco antes de Corea/Japón 02; mi madre ya no estabaen Alemania 06.
Recuerdo el televisor Motorola modelo 1953 que fue como el emblema de mi casa. Era una caja enorme, con un selector que crujía al accionarlo y con tres botones que parecían tapas de pasta dental para el encendido, el volumen y la sintonización y brillo de la pantalla. Mi padre compró ese televisor en la ciudad de Belice, en la frontera inglesa con el entonces territorio deQuintana Roo y la llevó a la casa de Chetumal. La adquisición del aparato fue un capricho: si en la ciudad de México las transmisiones televisivas eran por ese entonces poco más que incipientes, en Quintana Roo habría sido un milagro que el aparato registrara por lo menos unos cuantos fantasmas, más allá de muescas azules y rayas sobre el fondo negro. El aparato obtuvo en mi familia una irremovibleautoridad simbólica por el hecho posterior de haber resistido a flote, como un arca electrónica, el ciclón Janet que en 1955 destrozó Chetumal. El televisor Motorola me acompañó toda la infancia y adolescencia en la casa de huéspedes de la colonia Condesa que mi madre y mi tía pusieron al emigrar la familia a la ciudad de México, después de una quiebra económica que acabaría también en un quiebrefamiliar cuando mi padre se empezó a ir de la casa un año después del Mundial Suecia 58.
Recuerdo las imágenes del primer Mundial de futbol que llegaron al Motorola: Chile 62.
Recuerdo que no eran transmisiones en vivo sino diferidas; el partido podía verse un día después, cuando ya todo mundo sabía el resultado luego de seguir el juego por la radio.
Recuerdo la ansiedad y resignación, laavidez de saber cómo había sido, con que esperábamos la llegada a la pantalla de ese momento traumático que llevó a la derrota mexicana 1-0 contra España en el último minuto.
Recuerdo haber descrito así, años después, ese momento: “En algún lugar metafísico nuestro lateral derecho El Güero Cárdenas sigue persiguiendo al extremo izquierdo español Francisco Gento que desde la media cancha corre ysigue corriendo por toda la banda y luego centra; nuestro defensa Del Muro la desvía con la cabeza y el balón por desgracia le cae a Peyró, Peyró da a Del Sol y Del Sol le anota a nuestro portero Carvajal, quien patea los postes, se mesa los cabellos y llora como toda la nación mexicana”.
Recuerdo que fue en esa escena madre de todos nuestros traumas futbolísticos cuando el locutor FernandoMarcos, que narraba el partido, comenzó a acuñar frases como: “¡¿Por qué nos tiene que pasar esto?! ¿Por qué a México? ¿Por qué ese maldito error que nos acompaña siempre?”.
Recuerdo que durante años se le reprochó al Güero Cárdenas que no hubiera fauleado a Gento al ver cómo se le iba.
Recuerdo, sin embargo, que muchos años después mi ídolo El Güero Jasso, quien jugó ese Mundial en el estadio...
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