MISERICORDIA

C. TEXTOS COMPLEMENTARIOS
TEXTO 1
El Madrid del siglo XIX no es un núcleo enteramente burgués, como tampoco es una mera proyección social de la ciudad del antiguo régimen. En gran medida, es una ciudad en transición, y la raíz explicativa de los fenómenos sociales que allí se desarrollan está en el encuentro de relaciones cuyos contenidos son diferentes. Todo esto es válido tanto paraexplicar los ciclos cuantitativos de la mendicidad como las razones del mendigo, la interiorización que los grupos burgueses o la nobleza realizan, o las políticas que los poderes públicos ponen en marcha para controlar, frenar, reprimir o, por qué no, reproducir la mendicidad. A este respecto llama la atención que el abanico de medidas políticas a lo largo del siglo XIX reproduzca en sustanciaactuaciones clásicas de los siglos XVII o XVIII: pan barato, reparto de medicinas o alimentos, expulsión de los que no sean vecinos de Madrid, distribución de limosnas a la clientela pobre, reclusión en asilos. En suma, un conjunto de medidas en las que se entremezclan prácticas paternalistas o represoras, adobadas de caridad cristiana o de necesidad política, según convenga. Existe, por tanto, unamendicidad provocada por las transformaciones sociales del XIX, pero también existe una cultura de la pobreza, heredada del antiguo régimen, que se reproduce a lo largo de la anterior centuria. De ahí las imprecisiones que se observan a la hora de definir al mendigo y las vinculaciones que se dan entre categorías sociales próximas: parado, subempleado, mendigo, vago, y las contradicciones que emergen enlos planteamientos que los grupos dominantes elaboran. No se trata siempre de castigar las conductas desviadas; ni siquiera se considera siempre como tal la mendicidad. Mientras el mendigo se sitúe en los límites de la relación paternalismo-clientelismo, el burgués, el noble o las capas medias alimentan la cultura de la pobreza y del derecho a ser pobre como un elemento más de la ética cristiana.En este aspecto, pues, la cultura de la pobreza y su ampliación actúan como factor de estabilidad social en una ciudad preindustrial donde es evidente el desfase profundísimo entre crecimientos económico y demográfico. [...] Esta cultura de la pobreza sostiene, sobre todo, dos tipos de pobres: el mendigo profesional y el pobre vergonzante. Como mendigo profesional se considera al indigente quevive exclusivamente de la mendicidad, aun pudiendo desarrollar otro tipo de actividad más productiva. El pobre vergonzante está representado por quien no puede ejercer una profesión retribuida por cuestión de sexo, adversidad física o edad. La abundancia de mendigos profesionales viene explicada asimismo por motivos estrictamente económicos. Si tenemos en cuenta que los salarios para los trabajadoresno cualificados se sitúan por día trabajado en torno de los seis a siete reales a mediados de siglo, y entre nueve y diez reales a la altura de 1890, habrá que convenir lo fácil que resultaba obtener ingresos similares por la vía de la mendicidad. Los jornales tan reducidos en un marco de subempleo crónico expanden la cantidad de mendigos. [...] La mendicidad actúa de estabilizador social a undoble nivel: coadyuva a la reproducción de unas relaciones basadas en el par sumisión-paternalismo, y mantiene en estado de latencia unas tensiones que, en caso contrario, habrían aflorado con facilidad. La cuestión de la mendicidad en Madrid se inscribe, pues, en la dinámica de un núcleo urbano preindustrial, pero en el que emergen todavía en estado embrionario, nuevas formas de relacionessociales, y la respuesta de los poderes públicos está mediatizada por este hecho. Tengamos en cuenta que en las sociedades preindustriales la mendicidad genera un código de conducta ajeno a cualquier tipo de cuestionamiento. No es preciso reprimir la mendicidad, es más bien la mendicidad la que implícitamente reprime. No sería lógico yugular un antídoto tan eficaz de la conflictividad social. De esta...