Misterio de Sara
La habitación estaba cubierta por una especie de acne rojo intenso sobre el azul cielo del papel de las paredes. Era un dormitorio pitucaso, con sus muebles de madera maciza y telas de calidad, nada de las fibras sintéticas de gamarra. De esos detalles, que para otros detectives pasaban desapercibidos, el detective Rose había aprendido, en sus casi quince años de servicio,que no encontraría ninguna pista. Observaba las escenas de los crímenes tras la cortina de humo de su lucky strike. Deseaba ser lo más objetivo posible, por ello mantenía las distancias. El desafortunado Paul Montoya estaba desnudo tendido boca abajo. Rose ladeó su sombrero para poder estudiar mejor la posición del cuerpo. Tenía las manos y los pies atados a la cama con cintas para cabello. Lehabían ligado demasiado fuerte ya que tenía unos moretones en las muñecas y los tobillos. Se había dejado atar: se habían entretenido en sujetarlo enérgicamente y en hacer unas bonitas lazadas en cada extremidad. Contó las incisiones que había sobre el cuerpo ensangrentado. Una, dos, tres, cuatro… hasta doce. Toda la espalda y las nalgas estaban cubiertas de unas brechas de unos cuatro centímetros porlas que se había desangrado. Debió ser un arma con mucho filo.
- Detective, mire.
Su compañero había encontrado debajo de la cama un cuchillo con la medida exacta de los cortes, lleno de sangre.
- Compruebe si falta algún cuchillo en la cocina. Cuidado con las huellas.
- Sí, señor Rose.
El agente de policía obedeció a las órdenes dadas por el sr Rose. Sacó las manos de los bolsillos de lacasaca y agarro la foto de matrimonio que estaba sobre la mesa. Allí pudo observar a Paul Montoya vestido de terno, cincuenta años, contento, parecía un hombre feliz, al lado de su joven esposa. Rubia, el pelo le tapaba la mitad de la cara y dejando al descubierto un hermoso ojo verde y unos labios rojo sangre. No parecía contenta ni triste, parecía una mujer muy fría, pero atraía bastante. Sedirigió hacia la cómoda del dormitorio; como no encontraba la llave, sacó un pequeño gancho para pelo de un estuche de piel que guardaba en el bolsillo de la casaca y lo abrió. Desde luego las empresas de la construcción daban pingües beneficios, el difunto señor Montoya estaba forrado, tenía un caraj… de plata csm. Abrió la agenda y repasó la última semana. Las mayúsculas MP habían llamado su atenciónya que aparecían repetidas veces y a diferentes horas, incluso en ese mismo día a la una y media. Dejó todo sin ordenar en el mueble, dio otro vistazo a la habitación y salió.
Mientras bajaba las escaleras, escribió en su feo cuaderno marca “loro” garabatos imposibles de leer para otra persona. Apagó lo que quedaba de su lucky en un cenicero del hall y se fue directo al salón donde la otra vezfría y serena viuda estaba sentada en un enorme sofá con estampado de flores rodeada de agentes. La luz de una lámpara de pie al lado del mueble alumbraba únicamente a la mujer vestida con un salto de cama azul, azul cielo. Se quitó el sombrero y se acercó hacia ella. La señora Montoya le miró fijamente, sin parpadear, no le impresionaba en absoluto el detective más reconocido de todo San Isidro¿Por qué había de impresionarle? Fue ella quien llamó a la policía.
- Señora Montoya, ¿puedo hacerle unas preguntas antes de ir a la comisaria?
Le mantenía la mirada. Su frialdad empezaba a ser algo extrema, no mostraba el más mínimo rasgo de dolor, pena o al menos de arrepentimiento.
- Por supuesto, sr Rose, haga lo que tenga que hacer.
-A, debo suponer que sabe quién soy. ¿Fuma?
Asintió con lacabeza. Charles sacó su cajetilla de lucky strike, le ofreció uno, se puso otro en la boca, encendió un fósforo y se lo dio. Sólo entonces ella bajó la mirada hacia el cigarrillo, cerró los ojos, absorbió el fuego que se comía el cigarrillo, inclinó la cabeza con su dorada melena hacia atrás y golpeando ligeramente expulsó el humo.
- Supongo que mi compañero le explicó que tiene derecho a...
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