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Páginas: 656 (163951 palabras)
Publicado: 12 de agosto de 2014
Generado por: Paleógrafa, 05/02/2014
© de la edición: Sepelaci Edicions
Víctor Alós Yus
Avda. Alcora 3 3ºC
12200 ONDA (Castellón)
sepelaciproduccions@gmail.com
© del autor: Pablo Sebastiá Tirado.
Diseño de portada: Fran Zorrilla y Edu Bosch.
Maquetación: Kharmedia
ISBN 9788493762049
Capítulo 1. Gabriel.
I
Shuruppak. Mesopotamia.Siglo XXIII a. C.
Las palabras de Gabriel habían sido muy claras. El ser humano debía continuar creciendo, y para
ello Shuruppak tenía que ser sacrificada. Pastrana Paqyr, escriba del templo de Sud, comprendió casi
todos los detalles de aquel mensaje y, precisamente por eso, temía no estar a la altura.
Shuruppak había sido el hogar de su familia durante generaciones. Mucho antes de que eldios
Sud se apiadara de sus habitantes y decidiera protegerlos de su infortunio, la ciudad, situada entre los
ríos Tigris y Éufrates, fue un próspero centro de comercio. Cuando los primeros antepasados de
Pastrana Paqyr se asentaban en sus alrededores, una gran inundación anegó campos y casas y segó
cientos de vidas, y por eso un dios tan poderoso como Sud decidió centrar su atención enShuruppak.
Eso era lo que los sacerdotes del templo contaban después de cada celebración, adornándolo con
más o menos versos según la personalidad de cada uno.
Mientras corría por las estrechas callejuelas de arena, Pastrana pensaba que aquélla no era una
mala historia, daba esperanzas en una época en la que había pocos motivos para el optimismo, aunque
debido a los últimos acontecimientos, se leantojaba una historia verdaderamente estúpida.
A medida que se adentraba en la ciudad, observaba las paredes de adobe de las casas que se
levantaban varios pies por encima de su cabeza. La estrechez de las calles, que en ocasiones apenas
permitía el paso de un buey, impedía que la brisa de medianoche le diera ni un solo respiro. El calor
era sofocante, y su corazón latía con tanta fuerza quepensó que iba a salírsele del pecho. Al llegar a la
plaza central, Pastrana Paqyr se detuvo frente al imponente Zigurat y sonrió. La amplitud de aquel
lugar, en contraste con las callejuelas que recorrían la ciudad, permitía que el viento refrescara el
ambiente, por lo que aprovechó para ganar algo de resuello. Por qué el poderoso Sud nunca le había
permitido entrevistarse allí con Gabriel era algoque siempre le resultó curioso. El Zigurat, una
enorme pirámide escalonada que se erguía poderosa en el centro de la urbe, no era sólo un
observatorio de astros, sino también la propia morada del dios. Todo habría resultado mucho más fácil
si hubiera podido ver allí al enviado de Sud, pero, por razones que desconocía, siempre tenía que salir
de la ciudad y adentrarse varios kilómetros entrelos pastos para encontrarse con Gabriel.
Para que determinados acuerdos comerciales o administrativos perduraran físicamente en el
tiempo, sus antepasados recurrieron a un método por entonces desconocido más allá de los límites de
Sumer: la escritura. Presionaban una pequeña cuña sobre láminas de barro fresco, realizando muescas
y dibujos que sólo los escribas sabían descifrar, y al terminarlas cocían para endurecerlas y
archivarlas en sus dependencias. Aunque la mayor parte de sus escritos hacían referencia a asuntos de
grano, especialmente de los campos pertenecientes al templo, Pastrana también solía escribir algo de
poesía. Tal vez fue esta especial sensibilidad la que motivó que Gabriel se fijara en él. O tal vez no. En
realidad nunca supo por qué había sido elegido en lugarde uno de los sacerdotes de su dios.
Pastrana no era un hombre corriente. Ni tampoco un escriba más. Era el más veterano de los
escribas. Hablaba varias lenguas, interpretaba los sueños y sabía leer los astros. Su padre trabajó
durante toda su vida para que el mayor de sus vástagos continuara su legado. Ni siquiera lloró en las
tres ocasiones en que tuvo que enterrar a alguno de sus nueve...
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